Tras el regreso de Cristina de Cuba, Alberto Fernández la visitó en su departamento ubicado en el centro porteño para, como dijo el propio el Presidente electo, “ponerse al día” sobre algunas cuestiones ya que hacía algunas semanas que no mantenían contacto directo. Es decir, “cara a cara”, como se dice.

Es que a poco menos de un mes para que ambos juren a sus respectivos cargos, son varias las cuestiones que deben ir definiendo o, en el caso que ya estén resueltas, comenzar a darlas a conocer ante la lógica impaciencia de los medios de comunicación, empresarios, sindicalistas y, por qué no, mercados, respecto a la nómina de futuros funcionarios que formarán parte del flamante gobierno del Frente de Todos (FdT).

Lo propio ocurre en el Congreso, donde sólo quedó confirmado -incluso previo a los comicios- el liderazgo de Sergio Massa para la conducción institucional de la Cámara de Diputados. No obstante, nada se ha oficializado aún respecto al liderazgo del bloque oficialista que por estas horas preside el santafesino Agustín Rossi, cuyo apellido amenaza con romper con una “máxima” comentada en alguna ocasión durante las PASO por el futuro primer mandatario en relación a la convocatoria de ex ministros para que vuelvan nuevamente a ocupar las carteras de gobierno que en su momento representaron: se lo mencionó para el Ministerio de Defensa, cargo que tuvo durante la gestión de Cristina.

Asimismo, ese posible arribo de Rossi a la órbita del Poder Ejecutivo motivaría la elección de un nuevo líder dentro del bloque, que sería nada más ni nada menos que Máximo Kirchner, figura fuerte no solo por su apellido en sí, sino también por su rol durante la campaña y también por haber logrado una convivencia armoniosa entre los integrantes del PJ y el núcleo duro de La Cámpora dentro del Parlamento.

Por el lado del Senado y salvando el lógico liderazgo de la vicepresidenta, quien a partir del 10 de diciembre estará a cargo de esa Cámara, los hilos partidarios del FdT evidencian, hoy, que hasta podría haber un doble oficialismo dentro del recinto: es decir, el bloque del PJ liderado por Carlos Caserio y el del espacio de la ex mandataria que tiene en la actualidad como a una de sus principales cabezas a Marcelo Fuentes, y que ante el arribo de la mendocina Anabel Fernández Sagasti se deslizó que podría ser la elegida para conducirlo en la nueva etapa.

Es por ello que éstas como otras cuestiones, inevitablemente debieron haber sido el “plato fuerte” de la velada que compartieron Fernández y su compañera de fórmula durante la noche del lunes. Desde ya, muchas de ellas fueron dirimidas, mientras que algunas otras -las más mínimas a estas alturas- deberían estar a punto de serlo.

No obstante y tal como sucedió a los pocos días de haber conseguido el triunfo en la elección, la danza de apellidos a ocupar lugares en el Gobierno comenzó nuevamente a resonar otra vez con fuerza, incluso, hasta en el circuito del denominado ámbito del “off the record”.

Sin embargo y a la fecha, los principales voceros del espacio político continúan rigurosamente apegados a la misma frase que resonó apenas un puñado de días después de consumada la victoria en los comicios por parte de la dupla Fernández-Fernández: “Alberto todavía no ha ofrecido ni convocado a nadie para un cargo especial”.

La única excepción a ello, por caso, es la del diputado nacional Daniel Arroyo, sobre quien recientemente el Presidente electo dijo que “difícilmente” no esté a cargo del Ministerio de Desarrollo Social, aunque aclaró que todavía no se lo había ofrecido de manera oficial y que también cabía lo posibilidad de que no aceptara su propuesta.