El chavismo, en su momento más crítico

Hugo Chávez llegó al poder en 1999 con un precio irrisorio de 9 dólares por barril, pero desde entonces todo había sido suba, hasta el... Por Cuarto Intermedio

Hugo Chávez llegó al poder en 1999 con un precio irrisorio de 9 dólares por barril, pero desde entonces todo había sido suba, hasta el pico de casi 150 dólares que precedió a la reciente caída en picada. Un golpe a un modelo económico y político dispendioso.

  Cuando se trace la raya al final de la página y se hagan los cálculos definitivos de sus costos, sus ganadores y sus perdedores, la crisis financiera global obligará a revisar buena parte de los conceptos más arraigados en las relaciones internacionales en los últimos años. ¿Cuánto decaerá el poder de Estados Unidos como única superpotencia mundial? ¿Logrará una Europa también golpeada severamente sobreponerse a sus debilidades políticas congénitas como bloque? ¿Qué formas tomará la nueva fase del desarrollo económico y político de China? ¿Podrá restaurar Rusia sus sueños de grandeza después del actual colapso?En nuestro vecindario sudamericano se plantearán preguntas más modestas pero de similar carácter. Una de ellas tiene que ver con el futuro del petrosocialismo de Hugo Chávez, tanto hacia el interior de Venezuela como hacia el exterior. Todo debido a (“gracias a”, dirá el lector) la reciente caída del precio del petróleo, que golpea al chavismo en los dos pilares que lo convirtieron en un proyecto político eficaz (aunque no eficiente ni efectivo) durante casi una década: hacia el interior, la capacidad de hacer una política social masiva, y hacia el exterior, la ayuda a países de menor envergadura (Cuba, Bolivia, Ecuador, Nicaragua, Honduras) o en problemas financieros (Argentina).Es cierto que hay sospechas de que los indicadores sociales de Venezuela no son todo lo brillantes que se empeña en divulgar el gobierno, pero ignorar que éste llevó por primera vez la atención sanitaria y la alfabetización a los “barrios” más pobres equivale a no entender qué paso allí en la última década. Trazar paralelismos históricos suele ser abusivo, pero puede afirmarse que, como fenómeno sociopolítico, el chavismo tiene mucho más en común con el peronismo fundacional que con el socialismo difuso que Chávez recién descubrió y comenzó a pregonar en 2004.La suba sostenida del crudo le facilitó, justamente, llevar a cabo esa política social, que, al estilo del coronel Perón en los 40, le permitió al bolivariano crear una base política entre sectores hasta entonces ignorados de manera suicida por las élites políticas y económicas. El problema es que el proceso estuvo siempre atravesado por los caprichos de un presidente que, hasta hace muy poco, anunciaba nacionalizaciones multimillonarias en un momento de arrebato  socialista frente a las cámaras de su programa dominical de televisión. Y también por la corrupción y el derroche, excesos que se traducen hoy en una tasa de inflación anual del 27%, una verdadera caldera para el humor social y una hipoteca en términos políticos.En lo que respecta a la política exterior, el auge petrolero le permitió a Chávez ganarse un lugar de influencia en la política latinoamericana a punta de petrodólares, ayudas, donaciones, “programas de cooperación” y ventas de petróleo subsidiado cuya factura asciende a los 33.000 millones de dólares. Y frente a quienes no son precisamente sus aliados (Estados Unidos, Colombia), un gasto de 4.500 millones de dólares en compras de armamento a Rusia en los últimos tres años.El propio Chávez calculó que el precio del crudo se estabilizará en un modesto rango de entre 85 y 90 dólares por barril, algo que aún está por verse mientras la crisis financiera mundial busca su piso, y en momentos en que el mundo entra en una recesión de alcances imprevisibles que no hará más que enfriar la demanda de combustibles. El problema es que, en esos niveles, las cuentas no le cierran al bolivariano. Según especialistas, tomando como referencia un precio de 85 dólares, la producción anual de unos 700 millones de barriles supone para Venezuela ingresos de 59.500 millones de dólares, insuficientes para hacer frente a los 50.000 millones de dólares de importaciones y a los 10.000 millones de dólares que supone el pago de deudas.No sorprende así que Chávez haya inaugurado recientemente un discurso novedoso, llamando al país a la austeridad y a evitar el derroche. Algo que, a diferencia de otros de sus dichos, comienza a confirmarse en la práctica, con la decisión oficial de reducir los “megasueldos” de los ejecutivos en las empresas estatales y de cancelar definitivamente los gastos en “teléfonos, vehículos y festejos”. No está mal, claro, ahorrar y adecuarse a los rigores de la crisis, de lo que se trata es de determinar cuáles serán los costos de ello para un sistema político basado en el gasto.En lo interno, algo de esto podrá comenzar a verse en los comicios regionales del 23 de noviembre, en los que, según las encuestas, el oficialismo corre el riesgo de sufrir algunas derrotas importantes. Todo está muy polarizado en Venezuela, y no hay que creer ciegamente en todas los sondeos que se difunden, pero hay que recordar que Chávez no es el que era y que, aún antes de que la austeridad se impusiera como una necesidad imperiosa, sufrió en diciembre del año pasado su primera derrota en el referendo constitucional. El gobierno se juega mucho en la próxima contienda y está apostando fuerte; habrá que ver cuál será entonces el humor de los votantes.En lo externo, algo de la suerte que le tocará al chavismo ya puede verse con nitidez. Los últimos coletazos de la crisis boliviana mostraron a Brasil (respaldado por la Argentina y Chile) haciéndose cargo de la situación, respaldando al gobierno constitucional, promoviendo el diálogo (aunque éste nunca termine de cuajar) y haciendo a un lado las amenazas de invasión de Chávez en caso de que alguien ose tocar a su aliado Evo Morales. Brasil ya no está dispuesto a que un actor menor en la política regional como Venezuela siga desafiando su pretensión de hegemonía, sobre todo cuando éste se muestra corto de billetera.El chavismo entró en zona de turbulencia y es posible que ya nada sea como fue. Habrá que ver si esto le impone darse un baño de moderación, aunque sea fingido o táctico, o si, en cambio, dispara los reflejos desesperados de quien se siente acorralado. Se vienen tiempos interesantes.