Sin nafta para campeón, sin pasta para Presidente

Es Senador por Santa Fe y tuvo a medio colgar la banda presidencial antes que Kirchner. Verse reflejado en la bandera a cuadros siempre fue su gran... Por Cuarto Intermedio

Es Senador por Santa Fe y tuvo a medio colgar la banda presidencial antes que Kirchner. Verse reflejado en la bandera a cuadros siempre fue su gran estigma personal.

  (Revista Cuarto Intermedio/Número 52/Abril 2008) –  Chap, chap, chap. Es un sonido casi imperceptible, pero constante en el recinto del Senado. Proviene de un hombre que parece aburrido, desubicado en ese lugar donde todos los presentes, casi todos, incluso los que carecen de talento, alguna vez sueñan -porque soñar no cuesta nada, dicen- con enredarse en un lucido discurso y desarmar al adversario con la lengua más filosa y certera.Si no fuera por su fama, y ese sonido molesto, él pasaría inadvertido, ya que tampoco ha presentado iniciativas parlamentarias memorables.Mientras mastica sin descanso el chicle, lo que provoca ese ruido mínimo, reiterativo y característico en su boca, Carlos Reutemann debe pensar en el campo o en su flamante esposa -la joven María Verónica Ghío-. O, quizá, nostálgico, evoque los golden years en la Fórmula 1, de la cual llegó a lo máximo que él, con sus condiciones, podía aspirar: ser subcampeón.Nunca tuvo la pasta suficiente para ser campeón, y encima le faltó la dosis necesaria de suerte. Si no era un compañero de equipo que pesaba más que él, podía fallar el motor o quedarse sin nafta como en el Gran Premio de Argentina de 1974. ¿Hechizo o incapacidad para coronarse como el mejor?Según la reaparecida revista Corsa, Reutemann adujo, en tren de buscar excusas, que “una decisión estratégica de Williams” le impidió adjudicarse el campeonato que tuvo más cerca de acariciar: el de 1981, que ganó el brasileño Nelson Piquet por un punto de ventaja. “Se equivocaron al utilizar los neumáticos Goodyear, en lugar de los Michelin”, explicó con su limitado léxico, a más de 25 años de los acontecimientos.La ausencia de ese plus, que hace grandes a los grandes en su especialidad, parece condicionar también su actividad política. Así como nunca consiguió el título de mejor corredor de la máxima categoría de competición automovilística, nada indica que vaya a lograr lo que cualquier político -y más si tiene popularidad, como él, y antecedentes como haber sido gobernador de su provincia, Santa Fe, un par de veces- quisiera: convertirse en Presidente de la Nación.En definitiva, puede que en la política nunca haya terminado de sentirse cómodo… Y, aún a los 66, sienta que tiene más para perder que ganar. Esa clase de especulaciones limitaron su proyección más allá de la Cámara Alta y del PE provincial.

De una escudería a la otra

Carlos Menem lo metió en este terreno, lejos de las pistas, consciente que necesitaba de la buena imagen pública de “Lole” para no perder los comicios santafecinos a manos del radical Horacio Usandizaga, en 1991. Esas elecciones, en las que sumar resultaba imperioso, eran claves para el gobierno del riojano.Reutemann se impuso merced a la ley de lemas, que impidió por arrastre de los demás postulantes del PJ que el candidato más votado, el de la UCR, llegara a la Casa Gris. Horacio Usandizaga cosechó 524.904 sufragios pero no alcanzaron; el  sublema Creo en Santa Fe (que compartió aquél con Miguel Angel Robles) apenas contó 488.105 votos aunque terminó victorioso.Así, el ex piloto ganaba un gran prix, aunque regional, en la política, el primero, con un sistema tramposo, si se quiere, y al que no estaba acostumbrado: en las carreras de coches el que llega primero gana y el segundo pierde, salvo en los rallyes. Pero no renegó del triunfo o de haber sido consagrado candidato a dedo. En agosto de 1999, gracias a que la contienda distrital, fue desdoblada de la nacional (hubiera sido más complicado medir fuerzas con el efecto dominó  de la entonces prometedora Alianza), se tomó revancha y pudo arribar puntero a la meta, siempre con la ley de lemas como eventual rueda de auxilio, por las dudas. Así como Reutemann pasó de una escudería a otra en la F1, hizo lo propio en el mundo de la política. Es cierto que no puede asimilarse Brabham, Williams, Lotus, Mc Laren o Ferrari a las distintas ramas del peronismo        -donde deberían primar la ideología y no los intereses comerciales-, pero    -por pragmatismo o porque no conoce otra cosa-, “Lole” no trepidó en transcurrir del menemismo a Duhalde y, sin escalas, terminar a los pies del matrimonio Kirchner, aunque se haya acercado al socialista Binner, que derrotó a su PJ santafesino.Lo más extraño de todo es que no actúa de esta manera porque pretenda ser “el campeón”, para lo cual lo han tentado casi todos, sino porque parece preferir la permanencia, la estabilidad, al peligro de ir por y con la banda presidencial. ¿Será que no está preparado para una responsabilidad suprema, como no lo estaba para el cetro mayor en la Fórmula 1? O, ¿es que tampoco se siente apto para ejercer el mando más allá de los límites del circuito de Santa Fe? Si fuera esta última opción la correcta, deberíamos agradecer tantas marchas atrás en la recta final hacia la inalcanzable Casa Rosada. Por el bien de todos.Resulta difícil de entender -bueno, también lo es que un piloto internacional esté tan cerca de quedarse con todos los laureles y termine desinflado a pocos centímetros de la bandera a cuadros- que soporte someterse a los cambios de tendencia, a contrapelo de sus propias creencias, casi sin chistar. Ubicarlo cerca de Menem no resultó complicado. El perfil de Reutemann, que no ha variado, daba perfecto: famoso, hombre de fortuna, terrateniente, acostumbrado al jet set europeo, a las vacaciones en la Costa Azul; pero también campechano, sin ningún vuelo intelectual, y querido en su terruño, entre otras cosas, por su origen humilde (“tenía que andar 10 kilómetros a caballo para ir a la primaria”, narró alguna vez sobre su infancia).“Lole” podría ser catalogado de centroderechista, incluso próximo a las ideas de Alvaro Alsogaray. En ese sentido, no despierta sorpresa que pueda coincidir, como sucedió en 2005 y muchas otras veces en penumbras, con Mauricio Macri –tienen un puente en común en Marcelo Regúnaga, ex vicegobernador de Santa Fe, y nexo también con otro liberal, Ricardo López Murphy-. Sí, que conviva con dirigentes como Jorge Obeid, de cuna combativa (Montoneros), o incluso los mismos Kirchner.Si bien comenzó a correr en la Fórmula 1 a comienzos de los convulsionados 70, nunca se le escuchó tributar alguna victoria a Perón o a Isabelita. No resulta imaginable un Reutemann justicialista, de no haber mediado un primer mandatario riojano. Menem lo hizo, también en este caso.El ruido del champagne francés que podían descorchar Reutemann y sus colegas, fuera en los podios de Montecarlo o Monza, era algo más que frívolo si se lo comparaba con el estruendo de los FAL que portaban los seguidores de Mario Firmenich, en esa tormentosa década. A esta falla de origen, se suma la forma en que “Lole” avanzó casilleros en el mundo de la política, que, demás está decirlo, tampoco coincide con el prototipo K de militancia en la izquierda peronista. Sin embargo, y pese a la raigambre política notoriamente menemista, Néstor Kirchner, Cristina Fernández y Reutemann, más allá de algún episodio de choque aislado (que, seguro, deberían ser más frecuentes si las partes fueran honestas y no se necesitaran mutuamente), la relación es mejor de lo que cualquier entendido vaticinaría.Si haber sido producto del menemismo puede ser un antecedente negativo para el oficialismo, también debería serlo la relación fluida con Eduardo Duhalde, quien le propuso ser el candidato de la unidad peronista antes de las elecciones de 2003 -ya lo había hecho antes-, que terminaron imponiendo, ante el desierto de alternativas a Menem, al santacruceño.Para encontrarle una vuelta, se podría decir que Kirchner, quizá, deba agradecer la falta de agallas de Reutemann, ya que -de otra manera- no hubiera contado con el apoyo de Duhalde y del aparato bonaerense para medirse con el riojano y torcerle el brazo.

Otro “no” en la lista

En 2007 sumó a la lista de declinaciones, rebosantes de “no” a disputar la primera magistratura del país, la de gobernador provincial. Reutemann huyó de la probable postulación, temeroso de que las devastadoras inundaciones que padecieron sus comprovincianos en abril y mayo de 2003, durante su última gestión provincial, lo hundieran en las urnas.Hay que recordar que se salvó raspando: la Justicia decidió procesar, entre otros funcionarios, al ex ministro de Obras Públicas de “Lole”, por el delito de estrago culposo, agravado por la muerte de 18 ciudadanos en ese penoso siniestro.Siendo ya senador nacional, recibió en 2004 insultos de parte de empresarios que padecieron las consecuencias de las inundaciones. Lo salvaron varios efectivos policiales de que la situación pasara a mayores.Pero sería injusto limitar los contratiempos que sufriera Reutemann en su más reciente mandato santafecino a las inundaciones y a la masacre de 7 ciudadanos durante la represión local, en plena crisis institucional de diciembre de 2001.Hubo hechos menores: “Lole” debería aclarar algunos nombramientos polémicos, por caso, el de Jorge Boff como procurador de la Corte santafesina, previo paso como ministro de Gobierno del primer período de Reutemann. También llamó la atención que insistiera, y lograra, la asunción de su primo político, Rafael Gutiérrez, como miembro del máximo tribunal provincial, en junio de 2000. Un año más tarde, se catapultó a la presidencia de ese cuerpo clave en el control de poderes.Al contrario de lo que sucedió con Gutiérrez, al cual nunca le soltó la mano, Reutemann, que impulsó la ley de reforma laboral que proponía el gobierno aliancista, y que derivó en el escándalo por los supuestos sobornos en el Senado, le dio la espalda a otro de sus incondicionales, Jorge Massat, quien presidía el PJ local y lo representaba en el Congreso Nacional mejor que nadie.Para colmo, Massat, además de pertenecer al bloque sospechado, se vio involucrado por denuncias de su sobrina que lo acusó de utilizar sociedades anónimas fantasmas, presuntamente, para enriquecerse en forma ilícita. A “Lole” nunca le importó la lealtad de Massat, que padeciera una grave enfermedad al momento de estallar estos escándalos, y, lo más importante -desde el punto de vista objetivo-, es que rige el principio de inocencia hasta que se demuestre lo contrario.Peor parte se llevó otra persona de extrema confianza del santafecino, María del Carmen Alarcón, excluida por los K en Diputados por su defensa del campo, sin que Reutemann amagara con rescatarla (hoy, paradójicamente, quien le soltó la mano a comienzos de la gestión kirchnerista, defiende posiciones similares).

Fantasmas

En 2007, tras la luna de miel con su joven esposa, regresó para irse a boxes por enésima vez, mientras se definía quién sería el postulante del PJ frente al ascendente Hermes Binner. “Lole” no soportaba la idea de perder frente a un prometedor rosarino, de origen socialista -lo contrario de su conservadurismo-, que lo hubiera mortificado en campaña con los muertos por las inundaciones y la mortal represión, ordenada por Reutemann gobernador, en plena debacle de finales 2001, en Santa Fe.En la misma temporada, también se volvió a frustrar su proyección nacional: el kirchnerismo eligió que Cristina Fernández llevara como vice en las  presidenciales al radical Julio Cobos en lugar de promover al siempre voluble “Lole”. Ni siquiera pudo hacer la prueba de tanques llenos.En 2008, estallaría el paro agropecuario y, como hombre de andar en tractor, Reutemann tomó distancia de la Casa Rosada -Alarcón debe haber sonreído con sorno-: es probable que haya encontrado la excusa para “pegarle” a un gobierno que, ideológicamente, considera ajeno.“Ya me tiraron con los primeros misiles, pero tengo espalda para aguantar. Si hay una lista negra o nos mandan a Siberia, no me importa”, se victimizó en alusión a su apoyo a la protesta rural contra la suba de las retenciones, y a las repercusiones que eso le trajo en el gobierno. Estaba privilegiando sus propios intereses sojeros.Tampoco asistió al acto de apoyo a Cristina Fernández, en oposición a la medida de fuerza de los productores rurales. Una vez levantado el paro    -una tregua agropecuaria con fecha de vencimiento en 30 días-, lanzó desde la cosechadora al diario La Nación: “En las rutas de Santa Fe no vi golpistas ni gente que quiera voltear a un ministro. Acá hay un sabor amargo que tiene la gente de campo, que se siente bastardeada cuando en verdad son los que más contribuyeron para sacar el país adelante”, se jugó en forma inusual, con una mano en la billetera.Resulta evidente que el respaldo al gobierno de turno es tan incondicional como la acérrima defensa de su propia cuenta bancaria. Pero, ¡cuidado, “Lole”, no vaya a ser que se quede sin combustible en el Carterpillar!Estas forzadas apariciones mediáticas no son su lado fuerte, y se nota: él preferiría seguir la política desde el hemiciclo de los padres de la Patria mascando chicles, en silencio. Es una banca más cómoda que la de una Ferrari para la mayoría de los mortales, pero que, para Reutemann, debe ser una suerte de silla eléctrica de muy baja tensión que mata de a poco, en forma indolora, de aburrimiento.