¿Qué nos pasa como sociedad? ¿Hasta dónde hemos llegado y hasta adónde hemos de llegar?

Las crónicas periodísticas reflejaron con singular prudencia los ataques antisemitas sufridos por un grupo de asistentes a un acto en conmemoración del 61 aniversario de... Por Cuarto Intermedio

Las crónicas periodísticas reflejaron con singular prudencia los ataques antisemitas sufridos por un grupo de asistentes a un acto en conmemoración del 61 aniversario de la creación del Estado de Israel.

 (Cuarto Intermedio  – 20 de mayo de 2009)- Allí, un grupo violento de entre 15 y 20 personas irrumpió en Avenida de Mayo y Perú, en donde miembros de la colectividad judía participaban de un encuentro cultural con el objetivo de recordar y celebrar el mencionado acontecimiento.

Poco importó si Israel, aun cometiendo errores, es la única democracia de Medio Oriente. Poco importó si aun con desaciertos y excesos, es un país que ha logrado proveerle a su gente una mejora en la calidad de vida, y un desarrollo sustentable.

Tampoco, por supuesto, importó si algunos sectores palestinos utilizan el miedo y el terrorismo como métodos, y hospitales, escuelas y personas como escudos. Lo que está claro, es que como sociedad aun no hemos madurado lo suficiente, y seguimos buscando en el enemigo externo de Carl Schmitt el depositario de cuanta culpa tengamos.

En un país donde los candidatos en realidad no lo son, donde lo testimonial en realidad es trucho, donde la propiedad privada (en este caso de los futuros jubilados) es avasallada -y sin control- en nombre de fines ulteriores, donde el respeto a la ley es una mera anécdota; seguimos sin despeinarnos cuando estos violentos no sólo atacan a gente que se congrega en paz (y que nada tiene que ver con los excesos mencionados), sino que tampoco se nos mueve una pestaña cuando sus mismos seguidores piden la libertad de los detenidos, armados con palos y con las caras encapuchadas, y habiéndoseles encontrado armas en el centro de reunión donde normalmente se congregan. Evidentemente, hay algunas cosas por las que no se marcha.

¿No sería mejor, acaso, dejar de ver todo lo malo que hace el otro, y empezar a mirarnos un poco más? ¿No es hora de finalmente decirle basta al desorden, a la agresión, a la intolerancia?

John Locke decía que lo bueno y lo malo, así como los premios y castigos, son las únicas motivaciones de un ser racional. Que el placer y el dolor están, por tanto, íntimamente relacionados con el cumplimiento de la ley. Tal vez sea el momento de pensar hasta dónde estamos dispuestos a llegar. No vaya a ser que nos encontremos frente a un nuevo Kristallnacht (ya no sólo contra los judíos sino contra las instituciones de la República) y no nos demos cuenta. Una forma es hacer autocrítica, respetar la ley y consecuentemente exigir justicia y comportamientos idóneos. Otra forma de hacer esto mismo, habida cuenta que se vienen las elecciones, es con el voto.