Nada nuevo bajo el sol

Cuando restan solo veinte días para las elecciones, el análisis que puede hacerse de esta etapa proselitista es que fue caracterizada por tener un tono agresivo,... Por Cuarto Intermedio

Cuando restan solo veinte días para las elecciones, el análisis que puede hacerse de esta etapa proselitista es que fue caracterizada por tener un tono agresivo, destructivo para con el adversario, con escasas propuestas y con un alto grado de grasitud y belicosidad. 

 (Cuarto Intermedio  – 8 de junio de 2009)- Ahora bien, cabe preguntarse si esto es algo inédito en el país en tiempos de sufragios democráticos. Y aquellos que tengan algo de memoria política seguramente tengan la respuesta correcta: no lo es.

Si se quiere lo único novedoso fueron las famosas candidaturas testimoniales, que en realidad lo que tienen de nuevo es que ahora los propios protagonistas ya anunciaron antes de asumir un cargo que van a renunciar después de conseguirlo, porque el hecho en sí de que los políticos no terminen sus mandatos para los que fueron elegidos por el voto popular no es ninguna rareza. Lo bochornoso es que ahora algunos lo reconozcan de antemano.

Mauricio Macri discute en público y en plena campaña con la renunciante vicejefa de Gobierno de la Ciudad, Gabriel Michetti, que lidera la lista del PRO en Capital Federal. Elisa Carrió insiste con la teoría del apocalipsis mientras no logra disimular las fisuras con la facción de la UCR que la acompaña en el Acuerdo Cívico y Social. De Narváez no puede despegarse del todo de las denuncias que lo vinculan con “el rey” de la efedrina, mientras contraataca diciendo que las acusaciones son parte de una operación política para desprestigiarlo por su buen posicionamiento en las mediciones.

En la oposición atacan furiosos al ignoto candidato del Partido para Acción Solidaria Independiente Bonaerense, Fernando Narváez, por prestarse a una supuesta maniobra del oficialismo que confundiría a los votantes desprevenidos por tener el apellido homónimo al del postulante colombiano del PRO. Pero no se escuchó a nadie haciendo mención del aprovechamiento del apellido ilustre que utilizó Carrió en la conformación de las listas de la provincia de Buenos Aires. O realmente creen que la chaqueña hubiese colocado al hijo de Raúl Alfonsín en el segundo escalafón de la nomina si el ex presidente aún estuviese entre nosotros.

Pero más allá de los supuestos, el tono de la campaña no difiere mucho del pasado. Desde la recuperación de la democracia en el año 1983, vale recordar entre otros escándalos y exabruptos, la quema del cajón radical por parte del líder sindical, Herminio Iglesias, en el cierre de campaña del candidato justicialista Italo Luder en pleno Obelisco. Formulas que hacían bandera con la propuesta de recuperar las Islas Malvinas. En 1989 el ex presidente, Carlos Menem, prometiendo todo aquello que después haría a la inversa con la privatización a mansalva de todas las empresas e industrias nacionales y la dependencia absoluta de los organismos internacionales de crédito. Más acá en el tiempo, en 1995 la gente siendo concientizada que tenía que votar a favor del oficialismo para poder seguir pagando la cuota de la licuadora o poder seguir viajando a Miami. La Alianza asegurando que mantendría la convertibilidad, algo por supuesto insostenible. La elecciones parlamentarias del 2001, tristemente recordadas porque tuvieron un 40 por ciento de ausentismo. Y para coronar el anecdotario popular, el nuevo triunfo en primera vuelta de Menem en las presidenciales de 2003, que luego terminarían con la asunción del hasta entonces desconocido santacruceño, Néstor Kirchner, por el abandono del riojano en el ballottage.

Si transitamos este pasado tumultuoso, hoy no hay de que sorprenderse. ¿Será que en parte la grasitud de la campaña política es acorde con la sociedad que la padece? Considerando que una porción importante de la sociedad sólo consume política a través de un programa de televisión que se burla de los protagonistas, que en sus modales está lejos de la moderación y de la corrección, la hipótesis no es para nada descabellada.