28J: malos conocidos y buenos por conocer

Más allá de los resultados que arrojaron las pasadas elecciones, vale preguntarse cuáles fueron las verdaderas intenciones del elector mientras depositaba su voto en la... Por Cuarto Intermedio

Más allá de los resultados que arrojaron las pasadas elecciones, vale preguntarse cuáles fueron las verdaderas intenciones del elector mientras depositaba su voto en la urna. ¿Eligió candidato, plataforma, mejor campaña o personaje?

 (Cuarto Intermedio  – 30 de junio de 2009)- El desconcierto espetado por aquellos que pretenden representar a la sociedad (o a una parte de ella), se traduce luego en la confusión que se le genera al electorado al momento de hacer su ingreso al cuarto oscuro. Y no es para menos. Ejemplo de ello fueron las declaraciones de una mujer del barrio porteño de Palermo, quien el pasado viernes confesó estar en la duda de si votarlo a Pino Solanas o a Gabriela Michetti. De más está aclarar, que ambas opciones provienen, piensan y representan, espacios totalmente antagónicos. 

Pero, ¿qué es lo que lleva a un elector a sumergirse en tamaña duda? ¿Es su culpa o la de quien pretende representarlo? En pos de obtener alguna respuesta, basta con detenerse a observar la currícula de alguno de ellos, quienes a fuerza de marketing, denuncias y mentiras, hoy ocupan cargos públicos obtenidos a costa de esa nebulosa. 

Daniel Scioli, gobernador bonaerense y acreedor de varios “ex” (deportista, empresario, diputado, Secretario de Turismo y vicepresidente de la Nación), nuevamente prestó su apellido para ofrecerse como representante y defender a ultranza dentro del parlamento nacional los intereses de la provincia que curiosamente gobierna en la actualidad. Sin dudas, la sed por construir su carrera y alcanzar la utopía presidencialista a través de la imagen, requirió que todos estos años creara a fuerza de marketing, gacetillas de prensa y mucha publicidad, la cara de un personaje de la política Argentina al que no se le cae una sola idea, puesto que el trabajo, la justicia social y la igualdad de oportunidades, son oraciones que pueden ser fácilmente encontradas tanto en los discursos de Mauricio Macri, como en los de Vilma Ripoll.

Scioli, fiel a su estilo, esperará nuevamente el momento de que algún cacique de turno le señale hacia donde ir para hacer lo propio con quienes esperará que lo unjan a ese destino: los ciudadanos.

Si de gestión se trata, otros casos que transitaron en sendas paralelas a las del flamante titular del PJ, son los de la ex ministra de Salud, Graciela Ocaña y del ex jefe de Gobierno porteño, Aníbal Ibarra (paradoja la de los “ex” si las hay).

La saliente funcionaria de la cartera de Salud, quien solía estar presente junto a Elisa Carrió en cuanta conferencia de prensa les armaban para denunciar, denunciar y denunciar, pasó de buenas a primeras a formar parte de la administración kirchnerista. Quizás, los resultados de aquellas denuncias (que en su mayoría hacían agua por donde se las miraba ya que nunca obtenían fallos favorables), se presentaron como una perfecta oportunidad para cortar con su antigua jefa política y monopolizar su “transparente” imagen. No obstante, poco menos de dos años bastaron para que la falta de conocimiento, gestión e inexperiencia en la administración pública, hicieran que frente a la primera adversidad tuviera que dar el portazo. Esta vez, no se alejó cansada de no ser escuchada por denuncias o irregularidades, sino por su incapacidad al frente de un ministerio al que su antigua moral jamás le hubiese permitido asumir. 

Por su parte y sin dejar su imagen de ser menos artificial que la de Scioli y Ocaña, Aníbal Ibarra parecería haberse convertido en el mártir de una especie de dirigentes políticos que se niegan a la extinción, luego de que los votantes le bajaran el pulgar para que ingrese a la cámara Baja del Congreso de la Nación en diciembre próximo. El ex fiscal y jefe de Gobierno porteño destituido luego de que 194 personas perdieran la vida bajo su administración en el boliche República de Cromañón, volvió a reinventarse al poco tiempo y se las ingenió para ingresar como legislador porteño, prometiendo luchar contra los noquis de la Ciudad de Buenos Aires que justamente alcanzaron su punto máximo de cocción bajo el ala de sus dos administraciones consecutivas al frente del Ejecutivo porteño.  

Como punto de partida, se podría considerar que con la causa de la “escuela-shopping”, Ibarra catapultó sus ambiciones políticas y su cintura luego hizo que a la gente poco le importara cual sería el destino y los responsables de haber querido convertir al establecimiento educativo ubicado en las esquinas de Pueyrredón y Sarmiento, en un paseo de compras.

Otro escándalo que supo cosechar, esta vez con la complicidad de su hermana Vilma, fueron las denuncias de sobornos en el Senado. En esa oportunidad, recibió en su despacho de la sede de la jefatura porteña a Mario Pontaquarto, supuesto arrepentido de haber efectuado los pagos a senadores y, juntos, congeniaron hacer explotar una noticia (antes de hacer la denuncia penal) que pondría en la tapa de los medios al primero y exculparía de todos sus pecados al segundo, quien ya había sido sorprendido cometiendo negocios que nada tenían que ver con su actividad de secretario parlamentario en la cámara Alta.

Pasaron dos gobiernos, muertes y varios claroscuros para que los votantes porteños por fin se dieran cuenta de que los tropezones de Ibarra finalmente se convirtieran en caída. Solo con el pasar de los años, quizás alguno recuerde que su obra más importante fue la continuación y terminación de la bicisenda que Fernando De la Rúa inauguró con una caída. ¿Mal presagio? Todo puede ser.

Queda en el votante, escaparle de ahora en más a personajes que así como la famosa “plastilina”, fueron moldeando su figura  para dejar de lado su morfología original. Sería interesante para las próximas elecciones, que el ciudadano construya la imagen de su representante a partir del voto “esperanza” y no desde el resentimiento hacia algún candidato. El 28 de junio, en cierta forma, se comenzó a dar cuenta de ello.