Comencemos por lo simple

A veces nos preguntamos qué nos pasa como país y como sociedad. Y por supuesto, no encontramos una respuesta sencilla. La realidad cotidiana de la... Por Cuarto Intermedio

A veces nos preguntamos qué nos pasa como país y como sociedad. Y por supuesto, no encontramos una respuesta sencilla. La realidad cotidiana de la Argentina, y especialmente aquella de los grandes centros urbanos es compleja, y la propuesta de uno encontrará el rechazo de otro.                

(Cuarto Intermedio  – 9 de octubre de 2009) – Sin embargo, me parece que no es difícil estar de acuerdo en algunos puntos básicos, que podrían servir para abordar ciertos temas con la profundidad que se merecen.

Los disparadores de esta semana (porque nuestra Argentina, y especialmente la Ciudad y el conurbano nos deleitan casi cotidianamente) fueron la toma estudiantil del Colegio Nacional de Buenos Aires, algunas facultades de la UBA, y la “solidaridad” de ciertos activistas con algunos involucrados en el conflicto de la fábrica Kraft. ¿Cómo puede ser que hayamos llegado al punto en donde los alumnos -casi, casi- le dicen qué hacer a los profesores y al rector? ¿Cómo puede ser que las grandísimas minorías (vaya paradoja) continuamente desconozcan la ley y perjudiquen a la mayoría?

La Argentina es un país con historia. Escribió José Hernandez, en 1872,

“Hacete amigo del juez,no le des de qué quejarse y cuandoquiera enojarse vos te tenés que encojer;pues siempre es bueno tenerpalenque ande ir arascarse.”

¿O no pronunció, Leopoldo Lugones, “Ha sonado otra vez, para bien del mundo, la hora de la espada” vanagloriando la participación de las Fuerzas Armadas en la política, y abriendo el camino de la justificación intelectual al golpe de 1930?

Estos días reflejan todo este bagaje, y más (el autoritarismo de Perón, la proscripción del peronismo, la noche de los lápices, la dictadura de 1976-1983, la guerra de Malvinas, la corrupción y frivolidad de Menem, la caída de De la Rúa, la confiscación de los depósitos…). Muchos citarán numerosos ejemplos positivos de nuestra historia, y tendrán razón. Lo que pasó no es todo negativo, por supuesto. Fuimos ejemplo en alfabetización, en formar una gran clase media, tuvimos premios Nobel. Pero nuestra falta de apego a la ley y la subversión al orden es cultural, y contados son los ejemplos, si los hay, en donde se ha tratado romper con esta perniciosa tendencia.

Hay diputados y senadores que justifican los cortes porque, por ejemplo, determinadas empresas no cumplen la conciliación obligatoria. Pregunto, ¿no debe la justicia obligarla, a través de sus instrumentos, a cumplir con la ley? Parece que sólo importa lo que algunos quieren, y que el derecho o deseo de otros (como el libre tránsito, garantizado por la Constitución Nacional) siempre es secundario. Total, como yo me siento perjudicado protesto, y los derechos de los demás me importan poco, o a lo sumo, sabrán comprender.Y esto, estimados lectores, es lo que los chicos ven, reciben y aprehenden todos los días. Por eso, unos pocos toman el Nacional y las facultades, y ahora deciden levantarlo para “poder irse de viaje de egresados”. ¿Y las normas, y la civilidad? El orden parece estar en manos de pocas y volátiles voluntades, y no en el peso de la ley, que es igual para todos y se presume conocida por todos.

Desde aquí, y desde todas las pequeñas y grandes acciones de la vida, debemos comenzar por lo simple. Respetar y hacer respetar las reglas, que rigen el comportamiento y el orden de una sociedad. Invocando al imperativo categórico del maestro Immanuel Kant, entonces, “obra de modo tal, que puedas querer que la máxima de tu acción (la razón por la que actúas) se convierta en ley universal”.