Los hermanos

Muchas veces me he preguntado: ¿si no hubiese nacido en la familia que nací, elegiría a mi hermano como mi amigo? Posiblemente sea una pregunta... Por Cuarto Intermedio

Muchas veces me he preguntado: ¿si no hubiese nacido en la familia que nací, elegiría a mi hermano como mi amigo? Posiblemente sea una pregunta que casi todos nosotros, en algún momento de la vida nos hayamos formulado.                      

(Cuarto Intermedio  – 28 de octubre de 2009) – Y si el lector se la hiciese en este momento, y publicásemos los simples “sí” o “no” como respuestas, seguramente observaríamos una repartida bastante pareja. Es decir, muchos contestarán que sí y otros tantos que no, sin ninguna tendencia definida.

Independientemente de ello, ser hermanos no necesariamente implica que las personas relacionadas por dicho parentesco tengan profundas relaciones, trato o amistad. A veces son simplemente relaciones de hermanos. Algo parecido pasa con los países. Conviniendo que un país hermano es un país vecino, o en su versión extendida un país con quien se comparten valores, cultura e historia, lo normal sería tener algún tipo de vínculo formal, y, más aún, lo lógico sería que un pueblo sintiese algún grado de identificación con su pueblo hermano. Por más que entre personas hermanas pueda no haber amistad, existe un cierto grado de identificación cuyas similitudes se ven, en muchos casos, cristalizadas en el accionar de estas personas o sociedades. ¿Acaso no escuchamos constantemente hablar de la hermandad latinoamericana, de nuestra historia y destino común?

Es notable como la Nación Argentina todavía parece adolecer de la madurez que han adquirido nuestros países hermanos; repúblicas que hasta hace poco tiempo no eran más que nuestras hermanitas menores. Basta con mirar el reciente proceso electoral en la República Oriental del Uruguay.

Nuestro vecino hacia el este es un ejemplo de respeto, orden y civilidad. En plena campaña electoral, los principales candidatos proponen acuerdos partidarios para determinadas políticas, forjándolas, consiguientemente, en políticas de Estado. El presidente Tabaré Vázquez invitó a los ex presidentes Sanguinetti, Lacalle y Batlle a las inauguraciones del nuevo aeropuerto de Carrasco y la nueva terminal portuaria. Y la sociedad votó que no desea anular la amnistía acordada previamente en lo que se refiere a las causas sobre derechos humanos durante la pasada dictadura militar (1975-1983). El mensaje fue claro: del pasado, ya nos hemos ocupado; tenemos innumerables desafíos hacia de cara al futuro.

Qué hermano tan distinto…

La Argentina, por otra parte, está envuelta en una tormenta de denuncias, amenazas y oscuridad. Acusaciones de espías en el gobierno capitalino, denuncias sobre los manejos de fondos sociales en Jujuy, violencia en las calles y sindicatos, y falta de consensos en todo el arco político. Siendo que nuestro país produce alimentos para más de 300 millones de personas, la pobreza es un escándalo y una vergüenza nacional. Como escribí en la columna anterior, la falta de apego a la ley es cultural, al punto que un grupo, con razón o sin ella, mantiene interrumpido un paso internacional hace más de dos años. ¿Qué dirían los integrantes de la asamblea de Gualeguaychú si las papeleras se hubiesen instalado en tierras entrerrianas (como se supuso en un principio) y nuestros hermanos uruguayos no dejaran pasar a casi nadie por el puente internacional General San Martín? ¿Qué diría el Libertador de esto?

Lo cierto es que uno no elige a los hermanos, pero puede elegirlos como amigos. En este proceso, por más peleas que haya, cabe inspirarse en el otro y adoptar las buenas costumbres, como el respeto, el orden y la educación. Si mirásemos al Uruguay con un poquito menos de altanería, entonces, seguramente estaríamos mucho mejor.