9 de noviembre

Por diversas razones, el día 9 de noviembre ha sido un momento histórico en el acontecer del mundo. No sólo fue el día en que... Por Cuarto Intermedio

Por diversas razones, el día 9 de noviembre ha sido un momento histórico en el acontecer del mundo. No sólo fue el día en que Camboya logró su independencia. También fue testigo de la noche de los cristales rotos y el día en que, por fin, cayó el Muro de Berlín.   

(Cuarto Intermedio  – 11 de noviembre de 2009) – El 9 de noviembre de 1938 fue intolerancia, división y odio. Esa noche, las juventudes hitlerianas, la Gestapo (policía secreta), las SS (la guardia pretoriana de Hitler) y las SA (grupo de asalto) atacaron organizadamente a personas y símbolos judíos. Más de 200 sinagogas, 7000 comercios, 29 centros comerciales y cementerios fueron destruidos o dañados a lo largo y ancho del país. 91 personas murieron y más de 30,000 hombres fueron trasladados a campos de concentración. La excusa había sido el asesinato del diplomático alemán Ernst vom Rath de manos de Herschel Grynszpan, un judío polaco nacido en Alemania; sin embargo, con la llegada de Kristallnacht, todo cambió. Fue la germinación de la semilla del holocausto, plantada unos años antes.

Cincuenta y un años más tarde, Alemania viviría otro momento que marcó el rumbo de su historia, y los destinos del planeta. El 9 de noviembre de 1989, Alemania Oriental anunció que sus fronteras en Berlín estaban abiertas para todos, a lo que una multitud se decidió a cruzar y fundirse en abrazos y celebraciones con sus pares de Berlín Occidental. Ya no habría divisiones arbitrarias: democracia y desarrollo para unos; autoritarismo, privación y atraso para otros. Un lado del muro pintado con graffiti de colores; el otro, con su gris original, el gris de tristeza y opresión. La caída del Muro de Berlín fue el comienzo del fin de una nación divida, y el principio de una nueva era del orden mundial. Fue un día de libertad.

Hoy, a veinte años de aquel momento, vivimos en nuestro país momentos de intensa tensión. Entre el desorden en las calles y la verborragia de nuestros dirigentes, la sociedad está crispada, y con razón. La inseguridad es una sensación que no da tregua y la comunidad política no logra articular, justamente, una serie de políticas que, cimentadas en principios básicos, puedan dar estabilidad, previsibilidad y serenidad a la gente en el tiempo. La excepción parece la ley, y la ley la excepción. Podría decirse que lo único que importa es hacerse del botín (el poder), sea accediendo a él o reteniéndolo. Y lo que es aun más peligroso, es que se vislumbra, de a ratos, una macabra estrategia que consiste en dividir a la sociedad y fomentar el odio, para consumar el siniestro propósito de saborear el cadáver del contrincante vencido.

Hace 20 años, Alemania logró lo que muchos alemanes creían imposible. A través de manifestaciones pacíficas y presión popular, el muro cayó. Y así, tras un proceso de unificación que llevó unos años, sanó sus heridas y hoy festeja este acontecimiento con alegría, creatividad, y unidad. Por supuesto que hay deudas pendientes. Siempre las habrá. Pero Alemania navega por un río cuyos puertos intermedios son una demostración de progresos constantes.

Se viene el recambio legislativo, a veintiséis años de la restauración democrática. Se acerca el 25 de mayo de 2010, fecha del bicentenario del primer gobierno patrio. ¿Habremos aprendido algo en este tiempo; sabremos tomar el ejemplo que nos da hoy Alemania? Aun cuando nuestros desafíos son enormes, ¿seremos capaces de encontrar la unidad y los consensos necesarios para que todos nosotros, en pocos años nomás, vivamos en un país mejor?