Un punto de vista diferente

La visita de Shimon Peres a nuestro país tiene una trascendencia enorme, y puede ser analizada e interpretada desde múltiples puntos de vista.     (Cuarto... Por Cuarto Intermedio

La visita de Shimon Peres a nuestro país tiene una trascendencia enorme, y puede ser analizada e interpretada desde múltiples puntos de vista.    

(Cuarto Intermedio  – 19 de noviembre de 2009) – Así lo han hecho los diversos servicios informativos, quienes, por un lado, han destacado la importancia de aumentar el intercambio comercial y cultural, y por otro, han puesto foco sobre sus declaraciones acerca de la adicción al petróleo de Chávez y Ahjmadinejad, y los peligros para la región que para él detentan estos jefes de estado. Propongo, entonces, un enfoque que pretende ir un poco más allá, inspirado en una nota de opinión de Rebecca Goldstein publicada en The New York Times.

Antes que nada, veamos quién es Peres. Nacido como Szimon Perski en Wiszniewo, Polonia (hoy Bielorrusia) en 1923, Shimon Peres es hoy el 9º presidente del Estado de Israel, una nación judía que sin embargo posee la llamativa cualidad de ser completamente secular, en donde las autoridades religiosas no tienen nada que ver con el poder civil. Peres fue dos veces Primer Ministro, doce  veces miembro del gabinete en una carrera política de sesenta y seis años, fue condecorado como caballero honorario por la reina Isabel II de Inglaterra, y recibió, en 1994, el premio Nobel de la Paz junto con los fallecidos Ytzhak Rabin y Yasser Arafat por haber alcanzado los Acuerdos de Oslo (que pretendían trazar un camino hacia la paz entre los israelíes y los palestinos).

Por primera vez, la obra maestra de uno de los filósofos más importantes de la humanidad ha sido traducida al hebreo en su totalidad. Estoy hablando del Leviathan de Thomas Hobbes. No es un detalle menor para el pensamiento israelí. Allí, entre otras reflexiones, el autor se muestra impresionado por la capacidad destructiva de la religión. La pregunta que se hacía era cómo transformar el Estado de manera tal que se pudiese estabilizar aquel volátil y persistente impulso religioso, que difícilmente desaparecería del ser humano. La conclusión a la que llega Hobbes (y Spinoza, unos años más tarde) es que las autoridades religiosas tienen numerosas razones para agitar los miedos interiores de cada individuo, por lo que cuanto mayor poder tuviesen estas instituciones, mejor para ellas. Por tanto, escribía Hobbes, la mejor forma de desarticular este impulso religioso era ponerlo bajo la órbita de las autoridades civiles. El objetivo era, no sólo arrebatarle la interpretación de los textos religiosos a las instituciones religiosas, sino también revelar que esos textos socavaban la propia legitimidad de dichas instituciones.

Así, este autor fue pionero en marcar el camino hacia un Estado que distingue el poder civil del poder religioso. Más de cuatrocientos años más tarde, nos encontramos con que Israel se halla entre las tensiones propias de un Estado secular que brega por su supervivencia, en una región en donde los impulsos religiosos y el agite de los demonios internos por parte de las autoridades de las sociedades vecinas (en donde lo religioso y lo civil no tiene una frontera clara) poseen un rol casi preponderante en la definición de sus estrategias. Y en este contexto, es que Shimon Peres dijo, entre otras cosas, que la paz genuina es un escape para que las personas vivan más seguras, con más salud. Dijo que la guerra se conduce mediante el poder, mientras que la paz se conduce mediante la sabiduría. Mencionó, también, que Israel le dice ‘sí’ a la iniciativa de Obama para reanudar las negociaciones sobre dos Estados para dos pueblos a la vez que se trabaje por una paz regional, para así eliminar el fuego del odio. Para ello, entonces, la lectura en clave de Hobbes puede ser de utilidad.

Muchos dirán que Israel debe hacer más por la paz. Algunos tendrán razón. Todavía quedan desafíos pendientes, como son la detención de la expansión de los colonos, el status de Jerusalem y, yendo a la cuestión de fondo, la resolución de la competencia entre los nacionalismos israelíes y palestinos.

Aún así, creo que debemos tomar la visita de Shimon Peres, con todo lo que ello representa, como una posibilidad para un momento de reflexión. Una posibilidad para pensar en la paz entre los argentinos, y en esforzarnos para lograr una sana convivencia entre nosotros, junto con un genuino desarrollo para todos los habitantes de este fértil suelo. Shimon Peres, uno de los últimos fundadores con vida del Estado de Israel, bien puede inspirarnos a ello.