La justicia

El concepto de justicia ha sido tratado frondosamente a lo largo de la historia del pensamiento. Muchos se han formulado preguntas acerca de este tema,... Por Cuarto Intermedio

El concepto de justicia ha sido tratado frondosamente a lo largo de la historia del pensamiento. Muchos se han formulado preguntas acerca de este tema, desde Platón hasta Hans Kelsen, pasando por algunos más antiguos y otros más modernos.

(Cuarto Intermedio  – 2 de diciembre de 2009) – Estos días fue noticia el enjuiciamiento de John Demjanjuk, un hombre nacido en Ucrania y trabajador de la industria automotriz en los Estados Unidos, acusado de haber participado en la muerte de más de 27.900 judíos durante la Segunda Guerra Mundial. Y nuevamente, cabe preguntarse por el concepto de justicia.

Demjanjuk, primero en la lista de criminales de guerra nazi buscados por el prestigioso Centro Simon Wiesenthal, está acusado de haber concurrido a entrenarse voluntariamente en un campo de las SS (la unidad de elite del régimen Nazi) como guardia, y haber participado de los asesinatos en masa cometidos en Sobibor entre julio y octubre de 1943. Concretamente, se lo acusa de ser uno de aquellos hombres que con trato brutal, golpeaban, maltrataban y empujaban a los judíos a sus muertes a instancias de los comandantes del campo. Unos 250.000 judíos fueron asesinados en Sobibor, envenenados con dióxido y monóxido de carbono de humo proveniente de caños de escape de maquinaria.

Hoy, el problema es también temporal. 66 años más tarde, sobrevivientes y otros testigos o acusados circunstanciales han muerto. Es difícil encontrar quienes puedan dar testimonio acerca de la presencia de Demjanjuk en el campo, o de los crímenes específicos de los que se le acusa. Sin embargo, los fiscales argumentan que una tarjeta de identidad de las SS y las órdenes enviándolo a Sobibor desde el campo de entrenamiento de Trawniki son suficientes para lograr una condena.

En La República, Platón se plantea la cuestión de la justicia. Allí, y explicándolo de manera simplificada, escribe que hay tres virtudes que se corresponden con tres partes del alma. La templanza (se corresponde con lo apetitivo o los deseos), el valor (con lo anímico o las emociones y el espíritu) y la sabiduría (con el ejercicio de la razón). La justicia, entonces, es la virtud de hacer que cada parte esté en su lugar, o que cada uno, entre los distintos grupos sociales, productores, guardianes y gobernantes, hagan lo suyo. Es menester comprender que en la concepción platónica, la justicia a nivel individual tiene un correlato directo con la justicia en la polis. Las virtudes, junto con las partes del alma, tienen también un correlato con los grupos sociales mencionados. Por tanto, la política se mide en relación con la idea de Justicia, que no es sino la Verdad y el Bien aplicados al comportamiento social. Platón nos deja saber, también, que el hombre injusto es más infeliz que el justo o que la injusticia es fuente de infelicidad.

Algunos años más tarde, Marco Tulio Cicerón escribe: “esta superioridad del alma inspira una gran admiración, y especialmente la justicia, esa virtud por excelencia, que da su nombre a los hombres de bien, es admirable, muy particularmente a los ojos de la multitud; y no sin razón, pues no puede ser justo el que teme la muerte, el dolor, el destino, la pobreza o el que antepone a la equidad lo contrario”. O en otras palabras,  debemos buscar los deberes de Justicia que se centran en el amor a la humanidad. El hombre que practica la justicia es recompensado al ser admirado por todos, y por ello, la justicia y la sabiduría juntas son las que desarrollan la confianza colectiva.

Por eso, agregaría desde este espacio, la justicia puede llegar tarde, pero nunca llega tarde. Como sociedad y como seres humanos, debemos ejercer esta virtud, porque nos conduce al bien, nos da tranquilidad, y cuando el desgarro es tan profundo, sirve, en parte, como consuelo.

Mucho se ha escuchado acerca de la necesidad de mirar para adelante. Debemos mirar hacia el futuro, pensarlo y construirlo para las generaciones venideras. Ello es posible, pero sólo sobre cimientos firmes. Sin justicia todo se descuajeringa. Así como este juicio a un criminal nazi avanza, los juicios en las causas por los derechos humanos en nuestro país deben avanzar. Deben hacerlo con coraje, en un marco de racionalidad y templanza. Y no debe haber utilización política, para que realmente, podamos tener un dichoso porvenir.