A veces resulta difícil poder escaparle al vértigo de la rutina. La vorágine cotidiana todo lo puede, y las necesidades de generar para vivir a la altura de nuestras expectativas, resulta muchas veces insoslayable.
(Cuarto Intermedio – 16 de abril de 2010)- A pesar de que vemos barrios muy precarios casi de manera cotidiana, aun cuando escuchamos (o decimos) que deben atenderse los problemas de la pobreza y la marginalidad, no nos detenemos en las particularidades de la problemática para analizarla con minuciosidad. Después de todo, detrás de los problemas hay seres humanos. Sí, personas con nombre y apellido, con vida e historias para contar.Mercedes Sosa, valiente cantora, solía interpretar una canción llamada El otro país. La letra de la misma no hace referencia geográfica alguna, sin embargo, bien sabemos que se trata de aquellos lugares olvidados de la Argentina. En la primera línea, puede leerse (o escucharse) “he visto al otro país”. Yo me pregunto, entonces, por qué vemos al otro país, en vez de mirarlo. La acepción del término no es menor, dado que mirar contempla las acciones de registrar, tener en cuenta, atender, pensar y juzgar.La Argentina presenta dos zonas endémicas para la helmintiasis transmitida a través del suelo (la helmintiasis es una enfermedad producida por gusanos parásitos que viven alojados en los tejidos o en el intestino). Una de ellas se encuentra en el noreste, mientras que la otra está en el noroeste. Aproximadamente 8 millones de personas viven en este área, que comprende las provincias de Misiones, Corrientes, Formosa, Chaco, norte de Entre Ríos y Santa Fe, Salta, Jujuy, Santiago del Estero, este de Tucumán y parte de Catamarca.De la mano de la Fundación Mundo Sano, tuve la grata oportunidad de participar en una visita a la provincia de Salta, concretamente a la ciudad de Orán. Allí, junto con el Instituto Sabin (cuya base se encuentra en Washington DC), observé como se estaba disponiendo todo lo necesario para abordar la difícil tarea de estudiar, diagnosticar y tratar una serie de comunidades invadidas por el Strongyloides Stercoralis, un parásito que hace estragos en la gente, llegando, en algunos casos, a provocar la muerte.Entre otras cosas, mi estadía en Salta “la Linda” consistió en visitar las instalaciones del Instituto de Enfermedades Tropicales, conocer algunas de las comunidades e interactuar con quienes participarían del proyecto. El viaje me permitió entender, también, cuál es la infraestructura con la que cuentan los médicos y enfermeros para realizar su tarea.Una de las noches, regresando de la frontera con Bolivia, nos detuvimos en un puesto de atención primaria que ofrece el sistema de salud pública. Allí una enfermera vive de lunes a sábado. Noté que había una luz encendida, y al preguntar por ella, nos respondió que nunca se apaga, porque no cuentan con una célula solar para ello (lo curioso es que estas células cuestan aproximadamente treinta pesos). Con algo de sorpresa (¿ingenuidad?), me informaron que aun tratándose de un centro de salud, no había agua corriente. ¿Y cómo hacen para lavarse las manos?, pregunté. La respuesta era una obviedad.Al concluir la visita, luego de escuchar en qué consistiría el proyecto y a pesar de las dificultades, la enfermera se despidió de nosotros con una frase que guardaré en mi memoria. “Pero digalé que tenemos voluntá”. Se dirigía al parasitólogo estadounidense, otro de los integrantes de la visita. Fue en ese momento que vino a mi mente la palabra héroes. Los médicos y enfermeros, junto con otros profesionales de la salud, son héroes. Su labor es digna de ser contada, especialmente cuando de un país se dirigen al otro país en busca de contribuir al bienestar general, sin un Estado que los apoye con recursos como debería.Ya de vuelta en Buenos Aires, la sensación era la de un baño de realidad, que nunca viene mal. La reflexión que hace eco en mi mente es cómo lograr un mismo país incluyendo al otro país, pero nivelando hacia arriba.