De eso no se habla

¿Inflación? Pero no, papá. ¿De que inflación me hablás? Si tenemos un sistema de convertibilidad en donde un peso vale un dólar. Ya está, aquella... Por Cuarto Intermedio

¿Inflación? Pero no, papá. ¿De que inflación me hablás? Si tenemos un sistema de convertibilidad en donde un peso vale un dólar. Ya está, aquella etapa de la que tanto se habla, de la híper del ’89, es historia. Ahora hay estabilidad.

(Cuarto Intermedio – 3 de septiembre de 2010)- Pues bien, este breve comentario no es otra cosa que la reproducción de una conversación entre un padre y su hijo durante la década del ’90, que seguramente tuvo lugar en más de un hogar. En aquel entonces, la estabilidad de precios se percibía como un pilar fundamental que jamás sería modificado, por los siglos de los siglos. Ese era el punto de vista de muchos jóvenes (no todos), que, por creer saberlo todo o simplemente por no haber vivido lo suficiente, creíamos (y me incluyo) que el famoso “modelo”, pero especialmente aquellas políticas que garantizaban la baja inflación, no tenía ninguna razón para ser modificado. Vaya pecado de juventud.El asunto es que por algo el padre dijo lo que dijo. Había visto “correr mucha agua bajo el puente”, como dice el viejo y conocido refrán. Había vivido el “rodrigazo”, “la tablita”, el “plan Austral”, el “plan primavera”… Claro, ¿a quién podría ocurrírsele que algún aspecto de alguna política perduraría en el tiempo argentino, por más exitosa que fuera?Tengo temor de volver al oscurantismo; acaso algún dirigente creerá que si no se habla de determinado tema, o se mal informa, entonces ése tema no existirá en el inconsciente colectivo. Pues bien, he de aquí una situación, que, quienes tengan más de 25 años, tal vez recuerden con claridad. Una vez, en la montaña, mi madre me entregó un billete de cien australes para que pudiese realizar alguna compra, y me pidió expresamente que tuviera recato, dado que era una suma considerable de dinero. Por mi carácter un tanto ahorrativo, supuse que en realidad era mejor negocio no hacer ninguna erogación ese día, y guardar dicho billete para alguna compra futura; finalmente, eso fue lo que hice. El tiempo pasó (no más de 6 ó 7 meses), y, tras el olvido inicial, redescubrí en un relegado bolsillo aquellos cien australes. Pero de la misma forma en que una pompa de jabón se desvanece, el medio de cambio había perdido completamente su valor. Pocos meses más tarde una nueva situación, en este caso distinta (pero similar), tuvo lugar: puedo recordar con claridad el olor a billete nuevo, recién impreso, chatito y sin arrugas. Esa era la primera vez que me mostraban el de cincuenta mil australes.En aquel entonces no comprendí el significado de lo que estaba pasando. Más aún, parecía que eso era lo normal; hoy, por el contrario, concibo el desarrollo de la historia económica política argentina como un proceso, y veo que por algo el padre dijo lo que dijo.El hecho de que el Banco Central haya licitado el acuñamiento de monedas de dos pesos, lamentablemente, me refresca éstas (ahora) apesadumbradas memorias. Que el compañero Hugo Moyano, líder de la Confederación General del Trabajo (CGT) y Presidente del Partido Justicialista de la provincia de Buenos Aires haya declarado que la inflación es buena porque contribuye a la movilidad social, hace que me pregunte adónde quedaron los conceptos de eficiencia y productividad. Me resulta insólito que quien dice defender a los trabajadores, concuerde con un mecanismo que deteriora justamente el salario real… de los trabajadores (que me resulte insólito quizá sea otro pecado de juventud).La inflación existe y es un problema. Un problema hoy no mayor, pero que puede serlo. Está allí, latente. El medioevo pasó, nuestra cultura renació, y la época de las telecomunicaciones llegó. Sin embargo, sigue habiendo temas que no se tratan, creyendo que así, como por arte de magia, desaparecen.