Después de muchos años, con un oficialismo sin mayorías parlamentarias, la aprobación del Presupuesto Nacional 2011 ha vuelto a generar incertidumbre. Por Miguel Córdoba
(Cuarto Intermedio – 16 de noviembre de 2010)- La sesión de la Honorable Cámara de Diputados de la Nación del miércoles pasado en la que se debatió el Presupuesto 2011, fue enrarecida tempranamente cuando la diputada Elisa Carrió denunció que se estaba preparando “la gran Jaroslavsky”: se trataba de bancadas que decían oponerse a la aprobación del proyecto del oficialismo, pero que la convalidaban prestando quórum con un número de legisladores suficiente para posibilitar la votación, pero sin poner en riesgo el resultado positivo. Es lo que en los ’90 se denominaba con la no tan elegante expresión de “votar con el traste”, y que siempre fue la expresión de tácitos pactos políticos para contribuir a la “gobernabilidad”. Pero volviendo a lo ocurrido en la sesión del pasado miércoles, vale aclarar que pese a la gravedad de algunas denuncias, corresponde la intervención de la Comisión de Asuntos Constitucionales – presidida por la diputada Graciela Camaño – para realizar las investigaciones del caso y, eventualmente, elevar a la justicia las denuncias que correspondan. En el aspecto político, dado que el oficialismo ya viene bastante curtido, esto pone en jaque fundamentalmente a la oposición, la que deberá decidir si avanzar en el esclarecimiento de lo denunciado o dejar enfriar la cuestión.En lo que respecta al tratamiento del proyecto, como en muchos otros aspectos, el oficialismo tiene una estrategia unánime y clara. Con el objetivo de intentar nuevamente este miércoles la aprobación de su dictamen de Presupuesto, en primer término ha solicitado una sesión especial para ceñir el debate a los temas que le interesan al Gobierno. Por otra parte, intentarán evitar una nueva discusión en comisión, pese a que el pleno del cuerpo así lo decidió el pasado miércoles por 115 votos contra 111. Para ello, ya han encontrado el antecedente de una sesión de 1986, aunque cabe aclarar que en aquella oportunidad las diferentes interpretaciones reglamentarias no fueron esclarecidas en un debate, sino que se sortearon mediante un acuerdo entre los presidentes de los bloques. Fue un acuerdo político lo que permitió volver a considerar el dictamen devuelto a comisión, sin que ésta se hubiera reunido.“Que el asunto se envíe o vuelva a Comisión”, es una de las mociones previstas por el Reglamento de la HCDN en su artículo 127 (de las mociones de orden), distinta a la de aplazar su tratamiento o de pasar a un cuarto intermedio, contempladas en el mismo artículo. Una interpretación elemental señala que la sola existencia de estas diferentes mociones, respaldaría la intención opositora de volver a debatir el tema en comisión y eventualmente, producir nuevos dictámenes con la correspondiente ampliación de plazos para presentar disidencias y observaciones antes de ser tratado en el recinto en una sesión ordinaria. Esta idea está reforzada en el artículo 155, cuando dice: “Un proyecto que, después de sancionado en general, o en general y parcialmente en particular, vuelve a Comisión, al considerarlo nuevamente la Cámara, se le someterá al trámite ordinario como si no hubiese recibido sanción alguna”. Poco relevante resulta al respecto el análisis del artículo 111 (sobre Caducidad del dictamen), dado que una vez rediscutido en comisión, el mismo dictámen podrá ser ratificado, o reemplazado -como ha ocurrido innumerables veces- por un nuevo texto.La oposición deberá volver a enfrentar esta semana el desafío de unificar posiciones respecto a asistir o no, e incluso al contenido de sus dictámenes, lo que es menos factible luego de las sospechas sembradas la semana pasada. Demasiado esfuerzo para un resultado que, en el mejor de los casos, será una media sanción que morirá en el Senado. El oficialismo sabe que por lo ocurrido, habrá un enorme control mediático sobre la forma en que eventualmente vote cada opositor y si la sesión fracasa, lógicamente se victimizará. Pero ya sea por el daño infringido a la oposición o por el peor resultado posible (prorrogar el presupuesto vigente), el oficialismo ya ha ganado.