La muerte

La muerte nos llegará a todos. Estas simples palabras, tienen un poder enorme, dado que lo único que sabemos con certeza, desde el mismísimo momento... Por Cuarto Intermedio

La muerte nos llegará a todos. Estas simples palabras, tienen un poder enorme, dado que lo único que sabemos con certeza, desde el mismísimo momento en que un ser humano llega al mundo, es que a la muerte, no podrá escaparle.

(Cuarto Intermedio – 1 de diciembre de 2010)- La muerte es un fenómeno muy particular. Desde el punto de vista del psicoanálisis, es el único suceso que no tiene una representación propia; en otras palabras, cuando hablamos de experiencias, no hay persona que pueda representar su propia muerte. Vayamos a los ejemplos. Al hablar del amor, uno podrá recordar que sintió, que vivió, cómo reaccionó frente a la primera vez, al enamoramiento, a la pasión carnal de una aventura. Si el tema fuera la tristeza, la mente evocará aquellos momentos que rememoran tal sentimiento. Y así sucesivamente. Sin embargo, con la propia muerte, eso no pasa. Por eso, cuando un ser querido fallece, uno queda algo descolocado, y la aceptación es difícil. Si dicho deceso fuera traumático, la reacción es entonces incredulidad (“no lo puedo creer”). Si el caso estuviera previsto (por tratarse de un anciano, por ejemplo) uno intenta preparar su mente, pero, de todas formas, duele y cuesta. No hay una rememoración propia al respecto.Tras el fallecimiento, la mente comienza con un proceso de magnificación de momentos, historias, caras, sonrisas y hasta anécdotas que pueden disparar alguna carcajada. Además, el duelo tiene distintos períodos (en cada persona puede ser distinto), y el proceso de aceptación y aprendizaje a vivir con el vacío lleva tiempo. A veces, hay como una espina clavada, que no se va. ¿Cómo se hace para poder quitarla?, pregunté una vez. ¿Y por qué hay que quitarla?, me respondieron. Tiempo al tiempo.Las maneras de recordar son diversas. Un ejemplo es Clarys, una mujer que conocí, nacida en Austria y emigrada a la Argentina en 1938. En su caso, se funden en mi memoria sonrisas y frases (“porsupu” en vez de por supuesto) con una tonada Europea inconfundible. Retumban en las mentes que la conocieron historias diversas, de principio a fin: la niña jugando en una plaza vienesa, y una madre diciendo “no puedes jugar con judías”. El exilio forzado a la Argentina, luego de que la Gestapo revolviese su departamento en su busca, a partir de una denuncia de un vecino. La mente magnifica la felicidad. Felicidad cuyo origen comienza gracias a la llegada del nieto varón (y de los nietos varones, posteriormente), mezclada con historias cómicas de veraneo, viajes, independencia y sofisticación. Una sofisticación europea que contrastaba con una sociedad conservadora un tanto pacata, pero también una sofisticación cultural; Clarys leía simultáneamente en cuatro idiomas. Sin embargo, quedan también en el pensamiento aquellos momentos difíciles e inevitables; la muerte prematura de un marido amado, una depresión profunda, el rechazo a lo femenino, una ceguera matadora y el robo de artículos personales y muy preciados. Y así, despacio, la mente aceptará la pérdida y la memoria de Clarys perdurará en la vida de sus íntimos.Es posible que el lector que haya vivenciado de cerca la muerte se sienta, de alguna manera, identificado con lo narrado. La pregunta es por qué el comportamiento colectivo en relación con estos mismos temas, la manera de recordar de una sociedad, puede ser tan distinta. ¿Es la sociedad argentina necrofílica?La muerte de Eva Perón posiblemente fue el duelo más largo de la historia (duró un mes). Las radios repetían, día tras día y a la hora exacta, “son las veinte y veinticinco, hora en que Eva Perón entró en la inmortalidad”. Más de medio millón de personas (en 1952) besaron el ataúd. Alfonsín, regresó del olvido y pasó a ser recordado como un gran Presidente de un momento a otro, y Néstor Kirchner, de ser señalado como un sujeto altamente controvertido, pasó a convertirse en un gran estadista.Hay distintas maneras de recordar, pero la memoria debería ser honrada desde un corazón sincero. En cuanto a los argentinos y nuestros presidentes (u otras figuras que atañeran a lo colectivo), y por motivos de espacio, la reflexión continuará en otro artículo, que todavía no nació.