Mientras se intensifica el fuego cruzado por los incidentes en la toma de Villa Soldati, al gobierno se le presentó la posibilidad de medir los daños que reciba Macri en función a los apellidos con los que venía trabajando en las sombras para 2011.
(Cuarto Intermedio – 10 de diciembre de 2010)- “La culpa la tienen todos menos yo”… Con esa frase, parecería que tanto representantes del macrismo como del kirchnerismo se disponen a “entrar en calor” al momento de enfrentar a la prensa y dar explicaciones por la especie de “guerra civil” desatada en el parque Indoamericano de Villa Soldati.Es que el foco de conflicto que se originó hace unos días en el extremo sur de la Ciudad de Buenos Aires, ya cobró la vida de tres personas (oficialmente) y el destino de las numerosas familias que tomaron posesión de ese espacio público es toda una incógnita ¿Por qué? Porque tanto desde el Ejecutivo porteño como del Nacional se arrojan culpas para poder alejarse, lo más posible, de la responsabilidad máxima por la suerte que correrán los que ocuparon esas tierras (llámese política, social, policial o habitacional). Pero para no contribuir a la vorágine informativa que rondan por estas horas en la televisión, radio, diarios y sitios web, este complicado cuadro que se le presentó a la gestión Macri cae en momentos donde el kirchnerismo se encontraba trabajando, reservadamente, para encontrar a su candidato de cara a las elecciones para jefe de Gobierno porteño en 2011.La amenaza del adelantamiento de los comicios porteños que hiciera Mauricio Macri luego de que los bloques opositores truncaran la discusión del Presupuesto 2011 (habría tiempo para debatirlo en extraordinarias si llegan a un acuerdo), motivaron también al oficialismo a delinear en cuanto antes el perfil de quien podría disputarle el sillón a un (esperan), golpeado y alicaído Macri. Meses atrás, cuando Néstor Kirchner presidía la “mesa chica de Olivos”, los comicios de 2011 habían pasado a ocupar un lugar de privilegio en su agenda: mandó a medir a su esposa, gobernadores, a la oposición y hasta a sí mismo. Pero la provincia de Buenos Aires, claro, era el primer eslabón de su cadena en términos electorales y conformó una liga de jóvenes políticos encabezada por Diego Bossio (Anses), Amado Boudou (ministro de Economía) y Martín Insaurralde (Intendente de Lomas de Zamora), para ensayar nuevas alternativas en el caso de que Daniel Scioli decidiera cortarse por su cuenta (cosa muy poco probable).Pero con la inesperada muerte de Kirchner, todo parecería haber vuelto a foja cero y ahora se miran unos a otros preguntándose por los pasos a seguir para el próximo año. Por ejemplo y según trascendió en la mayor de las reservas, Amado Boudou habría recibido un fuerte tirón de orejas por parte de la Presidenta Cristina Fernández porque este continuaba participando de actos proselitistas tanto en la provincia de Buenos Aires como en Capital Federal (en este último distrito, su imagen negativa se habría duplicado), en vez de dedicarse de lleno a la gestión de su cartera.El apellido que comenzó nuevamente a sonar con fuerza y que había sido ungido por Néstor Kirchner, es el del senador nacional y rival de Macri en las pasadas elecciones, Daniel Filmus. El ex ministro de Educación no había cosechado una mala performance cuando le tocó enfrentarlo a Macri, y además goza de una imagen aceptable entre los kirchneristas puros y díscolos de la Ciudad de Buenos Aires. No obstante, saben que el territorio porteño siempre fue difícil de transitar para el peronismo, y es por ello que contemplan la posibilidad de sumar aliados de otros sectores del “progresismo” para apuntalar la imagen del próximo candidato oficialista. En este caso, Aníbal Ibarra y quien fuera su vicejefe de Gobierno, Jorge Telerman, suenan como potenciales “amigos” del Frente para la Victoria.Mientras que en los otros partidos políticos aun giran la perinola para definir sus representantes para la Ciudad de Buenos Aires (e incluso algunos de ellos a nivel nacional), el kirchnersimo trabaja silenciosamente para moldear a su candidato sacando ventaja del desconcierto que reina en los partidos de la oposición y de la tormenta por la que está atravesando Mauricio Macri. Una jugada a imagen y semejanza de quien ya no está entre nosotros. Hablamos, claro está, de Néstor Kirchner.