Del contrato social

¿Qué es lo que normalmente se dice en relación con las enfermedades? “Mejor trátalas a tiempo, que después es mucho peor”. Pues bien, el concepto... Por Cuarto Intermedio

¿Qué es lo que normalmente se dice en relación con las enfermedades? “Mejor trátalas a tiempo, que después es mucho peor”. Pues bien, el concepto es sencillo, y el saber popular lo ha inmortalizado en el viejo y conocido refrán: es mejor prevenir que curar.

(Cuarto Intermedio – 10 de diciembre de 2010)- A lo largo de la historia, los hombres y mujeres que vivían en comunidades, por más pequeñas que fueran, pasaron por diferentes etapas. Hubo ciudadanos de la polis, hubo bárbaros, siervos de la gleba, señores feudales y gente común; en algún momento llegó el estado-nación, el trabajador, el empleador, y del burgo se pasó a la gran urbe. La filosofía política, en distintos momentos, se tomó el trabajo de pensar en algunas formas de orden social; en la prevención más que en la cura. Y allí, a mediados del milenio pasado, encontramos a los llamados contractualistas. Los más conocidos fueron tres: Thomas Hobbes, John Locke y Jean Jaques Rousseau. Los tres se caracterizan por describir un estado de naturaleza, o en otras palabras, la formas de vida anteriores a la constitución de la sociedad. A partir de la concepción que cada uno tiene de dicho estado, estos autores plantean un pacto o contrato (de allí contractualismo) que dará origen a la vida en conjunto. Hobbes, por ejemplo, concibe un estado de naturaleza en donde la guerra civil es permanente, y la lucha es de todos contra todos. Los hombres, violentos, son dominados por sus pasiones, pero no por ello dejan de ser inteligentes. Es así que se dan cuenta de la necesidad de poner orden, y acuerdan un pacto en donde ceden todos sus derechos a un soberano que, con mano de hierro, será quien garantice la paz. Hobbes escribía en plena guerra civil inglesa, y su modelo era el de la monarquía absoluta…En el estado de naturaleza de Locke, un estado de relativa paz, los seres creados por Dios son libres. Los seres humanos gozan de ciertos derechos naturales, como la vida, la libertad y la propiedad. Sin embargo, es la inexistencia de una autoridad la que imposibilita la protección de dichos derechos. Así, los individuos deciden ceder sus derechos a un soberano, o grupos de soberanos para garantizar una vida digna y pacífica. De esta forma (conservando el derecho a la rebelión si este grupo no cumpliese con el mencionado cometido) es que surge la democracia liberal.Dejando a Rousseau de lado (su teoría estaba pensada para comunidades más pequeñas, similares a la democracia ateniense y a su Suiza de origen), se ve en la sociedad argentina un grave problema cultural, que podría decirse antecede a la falta de apego a las normas. Falta aquel pacto tácito entre todos los ciudadanos en donde decidimos vivir en sociedad, en respeto mutuo con tantos derechos como obligaciones. La toma del Parque Indoamericano es un momento angular de nuestra historia cívica contemporánea. ¿A quién se le ocurre que uno puede lotear y vender un trozo del espacio público? ¿Cómo puede ser que especulaciones políticas (el ministro Fernández sostuvo que echará a quien reprima) sean antepuestas a la vida en sociedad, una vida que debería ser pacífica y ordenada? ¿Cuál sería la reacción de nuestros abuelos inmigrantes frente a este desorden? ¿Qué diría José Soldati, oriundo de Lugano (Suiza), cuando compró tierras para lotear en 1908 (así nacieron los barrios Villa Lugano y Villa Soldati)?Alguno dirá que el problema es que el hombre es violento por naturaleza; otro que es la propiedad privada aquello que pervierte el espíritu bueno de las personas. Quizá haya un sector que crea en que la confrontación entre clases es el camino a una sociedad mejor.El asunto es que esas discusiones teóricas han tenido lugar en otro siglo. No existe ejemplo alguno en donde el progreso social, la mejora en la igualdad de oportunidades, y una calidad de vida digna accesible a la mayoría, se haya dado por fuera de un pacto de convivencia y haciendo la vista gorda a la ley.Los ciudadanos deberíamos dejar de aceptar la mentira; los dirigentes, deberían dejar de mentir. Es necesario un contrato social que posibilite un marco de discusión de determinados problemas. Determinados problemas, no todos. Es mejor prevenir que curar, ¿no?Por último: si nada de esto debe ser atendido, tal vez sea posible instalarse bajo los árboles en la avenida Figueroa Alcorta, o bien en el Parque Centenario, y hacer de un espacio público, uno propio. Total, ¿cuál es el problema?