El Jefe de Gabinete Aníbal Fernández culpa a Duhalde por las muertes en Soldati, por los disturbios en Plaza Constitución y por muchas otras calamidades, atribuyéndole un poder que el ex Presidente desearía tener.
(Cuarto Intermedio – 28 de diciembre de 2010)- El pobre Duhalde soñaba con las épocas en que manejaba el “aparato” bonaerense mientras se probaba el micrófono inalámbrico y practicaba los gestos y ademanes que le enseñaron para sus nuevos discursos (nuevos en el sentido de recientes, vale aclarar). Años atrás habría acudido a las enseñanzas de Osvaldo Papaleo (como tantos otros dirigentes peronistas), pero Chiche le debe haber dicho algo así como: “no me parece”. El curso acelerado de oratoria y manejo corporal no estaba resultando nada bien y se acercaba la fecha de relanzamiento de su precandidatura, pero el ex Presidente recibió a través de los medios, motivos de preocupación más importantes.Tal vez abrumado por los zamarreos que viene recibiendo por parte de la Presidente, el Jefe de Gabinete acusa a Eduardo Duhalde de todas las calamidades que vienen perturbando la añorada paz de fin de año. Como no le alcanzó con involucrarlo en los enfrentamientos que culminaron con la muerte de Mariano Ferreyra -como si Pedraza tuviera más relación con él que con Moyano y el Gobierno-, lo culpó por los disturbios desatados en torno a las diversas tomas que se sucedieron desde la del Parque Indoamericano (no pudo acusarlo de las tomas porque ya había acusado a los “punteros macristas”). Ahora, Nilda Garré le atribuyó la instigación de los disturbios en Plaza Constitución y posiblemente, en las próximas horas, se lo acuse de la inflación, de la falta billetes y de combustibles, de la ola de calor que está dejando sin luz y sin agua a miles de porteños y bonaerenses, e incluso del temporal de nieve que azota a Nueva York. Ahí estaba la explicación del reciente viaje a EE.UU. del ex Presidente devenido en líder del trotskismo vernáculo.Pero dejando las exageraciones al margen y ahuyentando todos los malos pensamientos y sospechas que nos invaden cuando el Jefe de Gabinete demuestra tener tantos conocimientos acerca de los habituales desórdenes públicos que intencionalmente se provocan por determinados sectores para fin de año, lo cierto es que el gobierno se encontraba demasiado cómodo recostado sobre los sondeos de imagen posteriores al fallecimiento de Néstor Kirchner, sobre los indicadores macroeconómicos y sobre los augurios de un 2011 muy favorable en lo externo y en lo interno. Con una oposición más desorientada y dividida que nunca, había que encontrar rápidamente un contrincante que mantenga motivada a la militancia K y que de paso, cargue con las culpas por tanta desgracia.Los primeros desaciertos en torno a la toma de Soldati y las declaraciones del jefe de Gobierno porteño sobre la inmigración descontrolada tuvieron resultados favorables, tanto para el macrismo como para el gobierno. Los sondeos de opinión, por primera vez, coincidieron en ubicar a Macri por encima de Ricardo Alfonsín. El PRO volvía a las fuentes y consolidaba la simpatía del electorado porteño, antiperonista y xenófobo, que lo llevó al poder. El sueño de Néstor Kirchner de una oposición liderada por Macri se estaba logrando, dejando al oficialismo indiscutiblemente a la izquierda de ésta. Pero Macri se cansó pronto y se retiró con gestos de conciliación, dejándolo a Rodríguez Larreta con el problema de las tomas y de la falta de comunicación con el Ejecutivo nacional..Un poco por eso y otro poco por miedo a que Macri creciera demasiado, la búsqueda de opositores culpables de los problemas de este fin de año, terminó orientándose hacia Duhalde. Pareció más fácil alimentar el mito del viejo líder mafioso, que tratar de convencer de la maldad de Macri a un electorado que, a juzgar por sus espontáneas manifestaciones públicas, parece mucho menos “progre” que lo que el kirchnerismo desearía.