Convencido de que nada enfurece más a los argentinos como la sensación de frustración y desorden que se produce cuando una huelga salvaje, una barricada o un piquete, impide llegar a la casa, al estudio, al trabajo, o incluso al hospital, el Gobierno está dando un giro de 180º a su tolerada permisividad en torno a la denominada protesta social.Por Jorge Carlos Brinsek (*)
(Cuarto Intermedio – 9 de marzo de 2011)- No es una concesión gratuita. Las elecciones se acercan, los precios no se detienen en su ascenso, la inseguridad sigue aflorando y el humor popular no está para ser incentivado gratuitamente, algo que sin duda se traduce en pérdida de votos.La gran pregunta es porqué todo lo que se toleró en ocho años se trata ahora de corregir en ocho meses. Este interrogante se da no solo en éste, sino en la mayoría de los planos que más temprano que tarde pueden poner en aprietos a los responsables del Poder.La ministra de Seguridad, Nilda Garré, sigue anunciando a los cuatro vientos que se propone avanzar en el proceso de cirugía mayor de la Policía Federal, con más despidos de oficiales. Ya no se trata de comisarios generales, mayores, principales ni comisarios. El estilete llega ahora hasta los subcomisarios. Quiere decir entonces, que si todo está tan mal como para que el quirófano trabaje a tiempo completo, estos largos períodos de administración oficialista -primero en manos del Presidente Néstor Kirchner y luego de su esposa- indudablemente no sirvieron, al menos según se desprende de las declaraciones de la ministra, para poner las cosas en su lugar.El líder sindical Hugo Moyano ha adelantado que todo sigue muy lindo, pero que los salarios los discutirá no por el índice de precios oficial, sino por el mero expediente de comprobar los tickets de los supermercados. Estos últimos no fallan. Permiten comprobar como -al margen de Guillermo Moreno- estaba el precio de la leche, la carne, la fruta, el pan y las verduras hace un año y cómo lo está ahora.En ese contexto, Moyano ha concluido que no hacen falta analistas estadísticos ni economistas. Basta que la señora de la casa haya tenido la prolijidad de juntar los taloncitos, incluso los del supermercado chino de la vuelta, para sacar con precisión milimétrica como, algunos productos, se han disparado hasta en un 100 por ciento de su valor original en los últimos 12 meses.Mientras tanto, las aguas se han dividido entre quienes ansían la reelección de Cristina y quienes la rechazan, como así también los que, aún dentro del propio oficialismo, tratan de buscar estrategias alternativas que no los dejen estampillados en uno u otro lado.Aquí tampoco hacen falta politicólogos ni analistas.Es una realidad que una mitad del país, en todos estos años, se ha acostumbrado a no trabajar y cobrar por no hacerlo. Y cuando se habla de no trabajar, no necesariamente es sinónimo de quien percibe planes sociales. Por el contrario, el empleo público ha crecido estos años como la inflación y en no pocos casos, salvo las naturales excepciones de empleados de carrera que cumplen a diario con su deber, hay decenas de miles de agentes que sería más barato enviarles el sueldo a casa antes de que gasten el doble por ir a “trabajar”.Como contrapartida está la otra mitad del país, la que trabaja y encima paga por trabajar ya que incluso, hasta las dos terceras partes de su sueldo, se la come directa o indirectamente el Estado a través de los impuestos más insólitos e inimaginables.Aquélla primera parte, por supuesto, votará a Cristina o a quien el oficialismo le marque, no sea cosa de perder sus privilegios.La segunda mitad, la que produce, en su gran mayoría no sabe a quien votar porque desde la oposición no surgió todavía la voz coherente que permita aglutinar posiciones y marcar rumbos.De ahí la preocupación oficial para que el viento de cola que imaginan puede darse electoralmente, no se cambie por bronca, materializado en trenes que no llegan por cortes en las vías o múltiples protestas que incitan al “basta” y a una alternativa.Lo más interesante se da en el propio núcleo del poder. La feroz pelea entre los “cristinistas” puros para expulsar a los peronistas tradicionales retrotrae -salvando las distancias, por supuesto y por fortuna- las aciagas jornadas de 1974. Una época, por supuesto, de las cual -para quienes tienen más de 50 años- pone los pelos de punta el solo recordar.(*) Director de Productora de Servicios Periodísticos SA(www.prosep.com.ar)Ex Director de la agencia DyN