Circuncisión femenina

Una de las características de la idiosincrasia argentina, es que nos creemos el ombligo del mundo. Es difícil determinar fehacientemente de donde viene ese sentir,... Por Cuarto Intermedio

Una de las características de la idiosincrasia argentina, es que nos creemos el ombligo del mundo. Es difícil determinar fehacientemente de donde viene ese sentir, aunque es posible suponer que data de las épocas del virreinato.

(Cuarto Intermedio – 13 de mayo de 2011)- Un siglo más tarde, la oligarquía del granero del mundo (Argentina era la séptima economía más grande entre todos los países) construía palacios de estilo en Buenos Aires. Y tras el paso de otro siglo, todavía miramos más lo que pasa acá que lo que pasa en el mundo, a pesar de que estamos mejorando gracias a la creciente globalización y conectividad.La pregunta es, ¿por qué analizar y comentar, pensar y reflexionar sobre lo que pasa en otros lugares del planeta, si están lejos y tal vez nunca siquiera tengamos un vínculo con esos rincones del globo? Pues bien, de lo que pasa en otro lado se aprende, se pueden poner las cosas en perspectiva, y a veces sirve para darse cuenta de que es momento de abordar temas importantes y dejar la tertulia para después de hora.El caso que hoy nos ocupa tiene que ver con los derechos humanos, más precisamente con la mutilación genital femenina, una práctica cultural que aqueja a millones de mujeres en África y algunos lugares de Asia. ¿De qué estamos hablando? Veamos.De acuerdo a un artículo publicado por Nicholas D. Kristof en The New York Times desde Hargeisa, Somalilandia, esta tradición no es otra cosa que una forma de tortura antigua en el mundo moderno, con la peculiar característica de que son las madres quienes se la infligen a sus hijas. Cuando llegan a los 10 años, y con el pretexto de evitar los impulsos sexuales de estas nenas, las madres (o en su defecto alguna señora que se dedica a esta tarea en la aldea) les cortan los genitales, incluyendo el clítoris y los labios vaginales, frecuentemente sin anestesia. Lo que queda se cose con unas pocas puntadas (en el África rural, muchas veces con espinas y no agujas), dejando una pequeña abertura que “permite” la salida de la orina y de la menstruación. Luego, las piernas de las niñas son atadas e inmovilizadas por 10 días, hasta que la piel cicatriza. Y cuando las mujeres se casan y están listas para las relaciones sexuales, deben ser cortadas nuevamente por su marido o una señora respetada por su comunidad.Este tipo de práctica, también llamada infibulación o circuncisión faraónica, supone un abuso inconmensurable que afecta a más de 3 millones de mujeres sólo en África. Tiene consecuencias como infecciones y dificultades urinarias, genera complicaciones en el parto incrementando el riesgo de mortalidad materno-infantil, y lesiones tales como fístulas.Es cierto, algunas niñas “quieren ser cortadas”, reporta Kristof. No quieren sentirse estigmatizadas. Y hay señoras que sostienen que “la circuncisión es voluntad de Dios”.Pero, ¿se trata de imperialismo occidental cuando grupos y personas de occidente se oponen a este tipo de tradiciones? Tal vez, dice el periodista ganador del premio Pulitzer, pero también está justificado. Es una práctica demasiado brutal como para mirar para otro lado.Independientemente de ello, la mejor forma de concientizar y frenar esta atroz costumbre viene por el lado de organizaciones de base y otros grupos locales, los más potentes a la hora de proponer un cambio cultural. En Egipto, Senegal y Ghana, han tenido cierto éxito. Otros proponen una circuncisión un poco más moderada, como paso intermedio entre la anulación de este uso y su forma más terrible. Kristof comenta también que la infibulación es contraria al Islam, según se lo contó un imán en la remota ciudad de Baligubadle, por lo que el rol de los religiosos en la difusión de esto tiene una gran importancia.A veces, es bueno alejarse de la coyuntura para pensar con un poco más de profundidad. Tal vez nos ayude -dirigencia y ciudadanía- a dejar de lado las pequeñas batallas, concentrarnos en los grandes temas… y resolverlos.