Israel frente a un nuevo tiempo

Obama lo dijo. “No podemos darnos el lujo de esperar otra década, o dos décadas, o tres décadas, para lograr la paz”. Se refería, claro,... Por Cuarto Intermedio

Obama lo dijo. “No podemos darnos el lujo de esperar otra década, o dos décadas, o tres décadas, para lograr la paz”. Se refería, claro, al conflicto palestino-israelí, que tiene a buena parte de medio oriente en pie de guerra hace más de 60 años…

(Cuarto Intermedio – 26 de mayo de 2011)- “El mundo se mueve demasiado rápido”, sostuvo el Presidente del país más poderoso del mundo en un encuentro con el influyente Comité Estadounidense Israelí de Asuntos Públicos, mientras que por un lado afirmaba los lazos inquebrantables entre Israel y EE.UU., y por otro, los desafiaba a tomar decisiones difíciles hacia una paz estable y duradera.El mundo se mueve muy rápido; tal vez en eso también estemos de acuerdo con el Presidente ganador del Nobel de la Paz. En menos de 5 meses, hemos sido testigos privilegiados de revoluciones pacíficas (que lamentablemente tuvieron muchos muertos) en Túnez, Egipto, Bahrain, Yemen, Libia y Siria; hubo repercusiones un tanto más marginales en Jordania y Marruecos. La alquimia de la tecnología y las telecomunicaciones, mezcladas con la opresión, la falta de libertades y la mezquindad política, catapultó a viejos dictadores al exilio, las bombas o las investigaciones judiciales. Algunos resisten utilizando viejas tácticas (como Assad, en Siria, que acusa a Israel de las manifestaciones en su contra; o Saleh, en Yemen, que jura y perjura que no se irá, al tiempo que manda a matar a los mediadores que él mismo envía), pero no durarán mucho. Y sí, el mar de fondo también llegó a los territorios palestinos, y a fines de abril, Al-Fatah (que reconoce a Israel y gobierna el margen occidental, o Cisjordania) tuvo que acordar con Hamas (su adversario político, que gobierna Gaza y aboga por la destrucción del estado judío desde el discurso, y lo pone en práctica lanzando cientos de misiles sobre poblaciones civiles) la formación de un gobierno de unidad.La gran diferencia, sin embargo, entre estas revoluciones y el complejo nudo entre israelíes y palestinos, es la esencia misma del conflicto palestino-israelí. Las raíces del conflicto tienen larga data, y quid de la cuestión radica en lo que llamo la imposibilidad de reconciliar dos nacionalismos que compiten entre sí. Por un lado encontramos al nacionalismo judío, el sionismo, cuyo emblema fue el periodista austríaco Theodor Herzl y su libro El Estado Judío (publicado en 1896). Su tesis sugería establecer un Estado para el pueblo hebreo en oriente próximo como solución permanente para terminar con el antisemitismo y el problema judío. Por supuesto, su propuesta geográfica se basaba, entre otras cosas, en el vínculo histórico de este pueblo con esta tierra, y el hecho de que, a pesar de la diáspora, éste se mantuvo vivo a través de pequeñas comunidades que nunca abandonaron el territorio de sus antepasados bíblicos. Por otro, el nacionalismo árabe también tiene una válida reivindicación: este pueblo habita medio oriente desde hace siglos, y cuando por fin Palestina se libró de la ocupación turca, salieron a la luz movimientos que clamaban por la unidad de los árabes en su conjunto. Desde el punto de vista legal ambos también tienen sendas justificaciones; los ingleses (que dominaban este territorio post Primera Guerra Mundial) les prometían a los árabes su Estado desde el terreno (noción cristalizada en la correspondencia Hussein-McMahon), mientras que en Londres y otros foros internacionales hablaban a favor de los judíos (como bien lo ilustra la declaración Balfour). La violencia es otro factor que continúa perpetrando el conflicto; matanzas, ocupaciones, guerras y suicidios; todo eso, en mayor o menor medida, atenta contra la sana convivencia.Obama, jugando una partida de ajedrez, hizo su movimiento. Pretende caerle bien al mundo árabe y musulmán, en el marco de las mencionadas revoluciones (ya hemos hablado de que por primera vez, aunque dubitativo al principio, los Estados Unidos se pusieron del lado del pueblo y no de los dictadores). Con sus declaraciones, mira a los jóvenes en Egipto (socio estratégico), pretende frenar los impulsos islamistas (en combinación con la muerte de Bin Laden) y aspira a contener en Líbano y Siria la injerencia del siempre temible Irán. En este juego geopolítico, Obama presiona a Israel con la necesidad de paz, y utiliza las fronteras de 1967 (antes de la guerra de los Seis Días) como punto de partida. Pero esta jugada tiene sus riesgos: por más que sostenga su apoyo incondicional a Israel, no resultará fácil de implementar, y por lo tanto le permite a los republicanos una postura más dura y tradicional, de cara al comienzo de la campaña electoral en la que Obama busca su reelección.Más allá de todo, hay planteos que son lógicos. Israel no puede aceptar una frontera que ponga en riesgo su seguridad; Palestina no aceptará un Estado completamente desconectado y dominado por Israel. Unos deben dejar de construir y expandir asentamientos en tierras de los otros, y estos otros deben reconocer el derecho de los primeros a existir en paz y seguridad con fronteras definidas. Y deberán ponerse de acuerdo sobre los refugiados; Israel no debe perder su esencia como Estado judío, pero deberá facilitarle el camino a algunos de los desplazados.Ambos bandos, según Obama, deberán negociar una nueva frontera, basada en la existente en 1967. El acuerdo deberá incluir lo que llamó intercambios de tierra con aceptación mutua, precisamente para acomodar los Estados al paso del tiempo y a todo lo expuesto más arriba.En cuanto a lo práctico e inmediato, Israel tiene que plantear su propuesta de paz, justa y real (afirmando su compromiso con este valor y deslegitimando a los escépticos), y Hamas, además de los reconocimientos ya mencionados, debería comprometerse con continuar con la muy buena cooperación contra-terrorista existente entre Israel y Al-Fatah.Si la propuesta de Obama tendrá éxito, o no, lo veremos pronto; ya hay voces (y organismos multilaterales) que presionan para que las partes finalmente retomen el diálogo. Pero independientemente de todo esto… ¿interesa realmente la paz? ¿Prevalecerá la paz por sobre poderosísimas corporaciones con fuertes intereses económicos de por medio?Lo que es seguro, es que después de haber matado a Bin Laden, si Obama se retira de Irak, de Afganistán, recupera la economía estadounidense y logra mediar en un acuerdo de paz entre Israel y Palestina, será considerado el mejor Presidente de la historia. Pero claro, eso ya es futurología.