Borges; grandioso y humano

Han transcurrido veinticinco años de la muerte de unos de los mas grandes escritores de nuestro tiempo. Como reza la letra del tango “Tiempos viejos”,... Por Cuarto Intermedio

Han transcurrido veinticinco años de la muerte de unos de los mas grandes escritores de nuestro tiempo. Como reza la letra del tango “Tiempos viejos”, son veinticinco abriles (o veinticinco junios) los que no volverán.      

(Cuarto Intermedio – 15 de junio de 2011)- Un 14 de junio de 1986 pasaba a la inmortalidad, en Ginebra, lejos de su patria, Jorge Luis Borges.Pero Borges vuelve, siempre vuelve. Vuelve con sus palabras combinadas en textos, textos de poca longitud (cuentos y poemas) que no son otra cosa que una obra maestra. Vuelve con la fuerza de lo que perdura en la memoria; vuelve al centro de la escena de la misma forma en que son admiradas las creaciones de Shakespeare, Nietzsche o Camus; vuelve, porque lo bueno nunca muere del todo. Las declaraciones del reciente premio Nobel de literatura, Mario Vargas Llosa (dijo: “me da vergüenza recibir el premio que no le dieron a Borges”), o el boom de ventas de sus títulos registrado en la última Feria del Libro, son algunas pruebas de ello.Borges, como todo personaje trascendental en la cultura de un país, tiene sus contradicciones. Se lo suele señalar como amigo de las dictaduras militares, y alguna razón hay. Apoyó a dos dictaduras militares: en 1955, abrazó el levantamiento de Aramburu, y en 1976, simpatizó con el derrocamiento de Isabel Perón de manos de Videla. En un artículo publicado en 1999, Vargas Llosa se pregunta cómo se explica esto, y encuentra respuesta en lo circunstancial. Aramburu pretendió acabar con la pseudo democracia peronista, esa que si bien había logrado avances para los sectores carenciados, cercenó y limitó severamente libertades despilfarrando los recursos del pueblo (no olvidar que los abuelos nos contaban que en esa época no entraban los lingotes de oro en el Banco Central). El caso del proceso liderado por Videla, tampoco es fácilmente comprensible, habida cuenta de que asesinó a mansalva y desarticuló por completo la estructura productiva del país. Pero el Nobel peruano aclara que su simpatía estuvo sólo en los primeros tiempos; más tarde, cuando era evidente que no venían a solucionar el descontrol -sino que lo transformaron en terror de Estado-. Borges lo condenó con medias tintas, declarando que los militares debían retirarse del gobierno, “porque pasarse la vida en los cuarteles y en los desfiles, no capacita a nadie para gobernar”.La humanidad de Borges se palpa en lo incomprensible que resulta lo anterior cuando durante décadas, este iluminado escritor se había ocupado de mostrarse en contra de regímenes y pensamientos totalitarios como el nazismo, el fascismo y el comunismo. En los ’40, Borges denunció la “pedagogía del odio” y el racismo de los nazis, defendió a los judíos y estuvo del lado de los Aliados. Por tomar este partido, según cuenta Vargas Llosa en el artículo, el gobierno de Perón lo penalizó degradándolo, al quitarle su modesto cargo de auxiliar tercero en una biblioteca municipal de un barrio del sur, a “inspector de aves de corral” (o sea, de gallineros).Se lo ha acusado de no ser nacionalista, sin embargo, Borges sostenía que “idolatrar un adefesio porque es autóctono, dormir por la patria, agradecer el tedio cuando es de elaboración nacional, me parece un absurdo”. Le indignaba que le adjudicasen falta de argentinidad, esgrimiendo que dicha postura sólo “la hacen quienes se llaman nacionalistas, es decir, quienes por un lado ponderan lo nacional, lo argentino y al mismo tiempo tienen tan pobre idea de lo argentino, que creen que los argentinos estamos condenados a lo meramente vernáculo y somos indignos de tratar de considerar el universo”. En contra de mirarnos hacia adentro y creernos el ombligo del mundo, alguien podría decir que Borges fue un pionero argentino de la globalización; de un planeta interconectado en donde el pensamiento trasciende las fronteras dibujadas por el hombre. Y así y todo, murió en Ginebra, y no en los arrabales que tan bien caracterizó.Aprovechando la ola de revisionismo y reivindicación de derechos humanos, los argentinos -como pueblo-, también nos debemos una profunda autocrítica sobre nuestro comportamiento y visión de la guerra de Malvinas. Borges, que se opuso, escribió unas magníficas líneas que transcribo a continuación. De esta manera, propongo que estas líneas alimenten la reflexión, y no queden meramente en el enaltecimiento de su talentosa pluma.El mundo le reconoce su genialidad literaria; sus invenciones; su prosa. Desde aquí, con un poco de ayuda de Vargas Llosa (confeso admirador borgeano), mi más sentido homenaje.