Hace pocos días, el 5 de octubre de 2011, una persona conocida por muchos murió. Ese día, a la edad de 56 años, Steve Jobs, fundador de Apple, dejó de existir tras un arresto respiratorio provocado por complicaciones derivadas de un letal cáncer pancreático.
(Cuarto Intermedio – 14 de octubre de 2011)- Steve Jobs fue una persona y una personalidad fuera de lo común. Criado por padres adoptivos, emprendedor y visionario, dejó la universidad para fundar, junto con Steve Wozniak, Apple Computers, una compañía de la cual sería echado años más tarde por diferencias con su Directorio. En el ínterin, Jobs no perdió ni su espíritu ni su tiempo, y creó otra compañía de computación llamada NeXT, y más tarde Pixar, célebremente conocida por sus creaciones en el campo de dibujos animados. Pero “al que se va sin que lo echen, vuelve sin que lo llamen”, y Jobs volvió a una Apple con problemas varios en 1997, para convertirla, casi 15 años después, en la compañía de tecnología más valiosa del mundo, superando a gigantes como Microsoft o Google.Bautizado por algunos como el Da Vinci del siglo XX, Jobs fue un pionero y un genio, que logró revolucionar el concepto del diseño, del marketing y la forma de interacción del público masivo con la tecnología. De la mano de creaciones tales como el iPod, el iPhone y la iPad, Jobs le mostró al mundo lo que él era capaz de hacer: darse cuenta adónde había que ir antes que todos, y hacerlo. Poder transformar ideas como la simpleza, la elegancia, y la funcionalidad en realidades concretas. Poder entrar en la mente de los consumidores, al punto tal en que sus creaciones, por todo lo anterior, se volvieron un objeto de culto.Por eso, a partir del 5 de octubre, millones lo lloraron, lo lloran y lo llorarán. Pero la pregunta es, ¿qué es lo que se llora?Para responderla, deberíamos también preguntarnos cuáles son los valores que tenemos; aquellos que rigen las sociedades en las que vivimos. ¿Lloramos por una persona que creemos querer, cuando en realidad aquello que lloramos no son otra cosa que objetos muy codiciados? ¿Lloramos porque pensamos que nunca más tendremos innovaciones tan magníficas? ¿Lloramos la muerte de un líder empresario, y nos acongojamos por la frustración que significa sentirnos condenados al fracaso político colectivo?Tal vez sea un poco de todo. Y la verdad, no esta mal. ¿O si?Hace algunos meses, escribí un artículo titulado “Cronología en perspectiva”, en el que proponía reflexionar acerca de la catástrofe humanitaria en el cuerno de África, que sigue cobrándose millones de vidas de hombres, mujeres y niños. Y nosotros, ¿lloramos por ellos?Aquí, en la Argentina misma, un país rico en alimentos y tecnología agroindustrial, seguimos con problemas de alimentación, pobreza y desnutrición. Hay gente que no tiene suficiente para comer, que no tiene las mismas oportunidades, y por lo tanto morirán antes que muchos otros. ¿Y lloramos por ellos?A veces un golpe de efecto, sea por la muerte de un genio o por lo explícito de una foto, puede servirnos para repensar adónde estamos parados. Nunca está de más, me parece, reflexionar acerca de cuáles son los valores que queremos que nos rijan. Después de todo, los valores no vienen de un repollo, ¿no?