El gobierno porteño, que parece hacer de la insensibilidad social una bandera de gestión, perdió un amparo ante un humilde y poco poderoso artista callejero, tal vez el último de su especie: un organillero de San Telmo.
(Cuarto Intermedio – 24 de enero de 2012)- Un tribunal porteño puso a la administración de Mauricio Macri frente a sus propias contradicciones: por un lado declama (gratuitamente) la importancia del tango como identidad cultural, y por el otro le deniega el permiso para trabajar a un organillero cuya actividad está tan ligada a la música ciudadana que hasta tiene un tango con su título: El Ultimo Organito. “El régimen jurídico vigente ha reconocido que la actividad del organillero integra el ámbito cultural del tango y goza de un reconocimiento especial para la Ciudad… no puede limitarse a una declaración simbólica carente de efectos sobre el quehacer cotidiano de la Administración, sino que debe tener un correlato concreto en las decisiones y políticas que se adopten en la materia”, sostiene el fallo, que autoriza al organillero a ganarse la vida y a mantener viva una tradición que ahora parece reservada sólo al circuito turístico.