La jueza de instrucción Laura Bruniard liberó al joyero Fernando Blanco, un hombre de 40 años que mató a uno de los dos asaltantes que intentó robarlo en su joyería de Talcahuano al 100, a cuatro cuadras del Palacio de Tribunales, a mitad de la semana pasada.
Hasta allí la información. Lo que queda por esclarecer tiene que ver con el aspecto político de la historia, y con la naturaleza del delito imputado a la víctima-victimario.
El ministro de Seguridad y Justicia porteño, Guillermo Montenegro, se comunicó a la mañana siguiente de los hechos con los abogados de Blanco para anticiparles que el jefe de gobierno, Mauricio Macri, respaldaría públicamente al joyero. Los abogados le pidieron que esperara hasta que la magistrada le concediera la excarcelación, pero las urgencias políticas para resaltar la inseguridad en la Capital Federal pudieron más y mientras el joyero estaba detenido Macri clamaba por su libertad.
La otra cuestión es que el joyero estuvo detenido en relación a un hecho de homicidio. Y eso pudo haberse evitado.
Fuentes con acceso a la investigación se mostraron sorprendidas del tiempo que tardó la ambulancia en llegar al lugar de los hechos para asistir al presunto delincuente herido. Más aún: lo que está ahora bajo investigación es si hubo un llamado por parte de la policía al SAME para que asistieran al ladrón moribundo, un joven de 25 años de edad.
Del entrecruzamiento de llamados telefónicos surge que Blanco se comunicó durante unos 40 minutos con su abogado para pedirle que acudiera al lugar de los hechos a asistirlo, y en esos diálogos vía Nextel le habría dicho: “Apurate, que todavía está vivo”.
La demora en la asistencia sanitaria habría sido la causa de la muerte del asaltante.