«Sin título»

Estas líneas son breves. Y no tienen título. No entiendo como se produjo el trágico accidente que provocó la muerte de al menos 50 personas.... Por Cuarto Intermedio

Estas líneas son breves. Y no tienen título.

No entiendo como se produjo el trágico accidente que provocó la muerte de al menos 50 personas.

No entiendo cómo falló el maquinista (si es que falló), dado que tiene una capacitación más que apropiada, acorde a estándares internacionales. O cómo nadie se dio cuenta de que el tren tenía un problema, o que estaba pesado, o que los frenos, o que algo, o que qué se yo.

No entiendo la razón por la cual había un operativo de rescate a los tumbos, si los coordinadores están entrenados en los mejores centros del mundo para dar respuesta.

No entiendo cómo una ambulancia se incrustó contra un local, si las vías a los hospitales estaban despejadas. ¿Habrán querido las autoridades permitir la libre circulación del tránsito, y no ser tildadas de piqueteros por cortar la Avenida Pueyrredón y hacerla exclusiva para el operativo?

No entiendo por qué chocan los trenes (en 2008, 2010, y tres accidentes graves en 2011), si las vías están en óptimo estado de mantenimiento. ¿Quién osa -al hacer una analogía con las rutas- comparar la situación de los rieles con un camino de ripio en mal estado?

No entiendo lo que dijo Schiavi, el secretario de transporte, cuando sostuvo, refiriéndose a la tragedia, que “si pasaba ayer, no era tan grave”. Me perdí, ¿la seguridad de los trenes depende de si se trata de un día laborable?

No entiendo por qué da la sensación de que nunca aprendemos nada. Será que para muchos argentinos Cro-Magnon es meramente un “tipo humano correspondiente a ciertos fósiles de Homo sapiens, en especial los asociados a las cuevas de Europa en las que se encontraron pinturas rupestres”.

No entiendo cómo la Administración no invierte más tiempo en revisar caso por caso las importaciones de planchas a vapor. ¿Para qué tener infraestructura del primer mundo?

Pero hay algo que sí creo entender. Todo está atado con alambre. Todo. Y cada tanto, el alambre se rompe.

Lo que sigo sin comprender es por qué el pueblo -ciudad + conurbano- aún no salió con las cacerolas a la Plaza.

Bendita sea la memoria de aquellos y aquellas que fallecieron en un episodio completamente evitable.