De paso por New York en busca de inversiones, el Presidente Mauricio Macri viste en cada foto riguroso traje para la ocasión y no es para menos. En representación del país, el Jefe de Estado debe entrevistarse con funcionarios y empresarios del más alto nivel mundial.
Sin embargo, llama la atención que no haga lo propio fronteras adentro cuando se muestra con funcionarios y empresarios locales: su “look”, para estos casos, deja de lado el ambo y en su lugar prioriza darle oxígeno al cuello desabrochando para ese cometido los primeros dos botones de la camisa.
Por qué, entonces, esa diferencia que hace el Presidente de, por ejemplo, mostrarse formal cuando estrecha la mano de figuras extranjeras, y de hacerlo de manera informal en reuniones de gabinete o anuncios referidos a la gestión gubernamental. ¿Acaso resulta menos importante guardar las apariencias para esto último? Daría la sensación, en principio, de que si.
Al abrir las puertas del país al mundo, tal como suele repetirlo una y otra vez en sus discursos, el Presidente parecería hacer lo propio con las de su armario para echarle mano al corbatero al momento de hacer la valija y subirse a un avión para viajar miles de kilómetros.