La causa se inició por denuncia del padre de la pequeña, y tramitó inicialmente ante la Unidad Fiscal para la Investigación de Delitos contra la Integridad Sexual y Prostitución Infantil.
Bajo la modalidad de Cámara Gesell, la víctima “relató los episodios de abuso a los que fue sometida y que el imputado le repetía que era un secreto y que no se lo cuente a nadie”.
Los estudios médicos y psicológicos detectaron, además, “un registro consciente e inconsciente de maltrato físico de larga data”.
La Casación porteña, al ratificar la condena, consideró que “el análisis comparativo de esas diversas declaraciones permitió arribar a una primera conclusión en torno a la verosimilitud del relato de la joven en función de la persistencia que exhiben sus dichos, al haber manifestado una y otra vez lo mismo”.