Si bien a poco de haber asumido en el Ministerio de Desarrollo Social de la Nación su flamante titular, Juan Zabaleta, había manifestado que no sería necesario cortar calles para dialogar ya que todos serían recibidos por igual, transcurridas apenas unas horas de que hiciera públicas esas declaraciones ya se vislumbraban columnas y columnas de manifestantes que, tras hacer su paso por la cartera que conduce, recalaron finalmente en el Palacio Pizurno para acampar en reclamo de notebooks y wifi para los niños.
Ahora y mientras el Presidente Alberto Fernández junto a su vice, Cristina Fernández de Kirchner, y el resto de los principales dirigentes del Frente de Todos realizan un plenario partidario en el Estadio Único de la ciudad de La Plata enumerando errores de administraciones pasadas como forma de reivindicar su gestión de cara a las próximas elecciones, aquellos que aún tienen la “dicha” de contar con un empleo debieron ingeniárselas, como sea, para sortear la “marea” de personas comandadas -en esta oportunidad- por el Polo Obrero para llegar a sus lugares de trabajo, ya sea viajando amontonados y fuera de todo protocolo sanitario con tal de no perder el presentismo que apenas suma para el presupuesto diario pero que, sin embargo, la ausencia del mismo resulta por demás notoria en el caso de que no forme parte del salario por un mes.
Así las cosas y mientras las únicas medidas que se vienen tomando ante los recurrentes “piquetes” pasan más bien por tratar de organizar el tránsito con el objetivo de evitar focos de conflictos entre manifestantes y conductores/transeúntes, oficialismo y oposición -más ahora con el comienzo de la campaña electoral- lejos se muestran de proponer alternativas para desalentar los cortes de calles a través de generación de empleo (privado o estatal, lo mismo da a estas alturas); o de idear otro tipo de herramientas que impulsen alejar a cada vez más personas de la necesidad de tener que recurrir a esas prácticas, ya sea que lo hagan por voluntad propia o porque se vean obligados por punteros que mantienen cautivos sus planes de asistencia.
En lugar de ello, parecería ser que el eje de los discursos, de uno y del otro lado, giran en torno a lo que “no se hizo” y lo que “se hizo mal”; pero nada concreto en relación a lo que “se debería hacer”…