¿Falta coraje?

Como si fuera un eclipse, que cada tanto da la nota cambiándole las sombras al cielo, el conflicto palestino-israelí vuelve a escena, una vez más.... Por Cuarto Intermedio

Como si fuera un eclipse, que cada tanto da la nota cambiándole las sombras al cielo, el conflicto palestino-israelí vuelve a escena, una vez más. Pero el planteo, en esta oportunidad, es distinto.

(Cuarto Intermedio – 31 de mayo de 2010)- Además de los temas de siempre (cuestión de los refugiados, status de Jerusalem, manejo de la seguridad en los territorios), Riad Malki, canciller palestino, pone en el centro de la discusión ya no aquellos temas coyunturales, sino un valor fundamental y necesario, trascendente, para cambiar la historia: el coraje.Desde que el mundo es mundo, la paz en oriente próximo es pasajera. El antiguo reino de Israel pudo gozarla por un tiempo, pero sin dejar de lado su espíritu guerrero y expansionista; creció en la región con mano de hierro. Pocos siglos más tarde, Nabucodonosor destruyó las salomónicas obras. Los romanos trajeron orden de la mano de crucifixiones y destrucción y saqueo, hasta que se desvanecieron y el faro del Islam comenzó a encenderse. La zona fue cambiando de manos, pasando por diversas cruzadas y conquistas, hasta que los otomanos conquistaron una tierra que dejaron por la fuerza hacia el final de la primer guerra mundial. Las decisiones de los ingleses, de las naciones unidas, del recién creado Estado de Israel y de las naciones árabes, hacen que, de ahí en adelante, la historia sea más que conocida.Para lograr la paz en este codiciado lugar, se debe partir de dos premisas esenciales. La primera, que ambos nacionalismos, el israelí y el palestino, deben dejar de competir entre sí. Allí radica la raíz del conflicto. Necesitan comprender que sentarse en una mesa de negociación es estar dispuesto a aceptar al otro, y a renunciar parte de las expectativas propias. La segunda indica que para lograr este cometido, las dirigencias respectivas deben rodearse de socios confiables que posibiliten la creación de consensos en sus sociedades; que la noción de paz sea interpretada como mejor y menos costosa que la de vencer al contendiente (en el alcance que sea).Así como Israel pudo lograr la paz con Egipto y Jordania, el conflicto palestino-israelí continúa siendo un obstáculo difícil de salvar, a pesar de algunos intentos; el gobierno encabezado por Ehud Barak lo intentó en Camp David en 2000, pero la oferta fue rechazada de cuajo (demasiado rápido) por Arafat.Entre los palestinos existen grupos terroristas cuyo objetivo es socavar la posibilidad de cualquier acuerdo; su pretexto para recuperar la palestina histórica, es echar antes a los judíos al mar. También, vive en la actual coalición de gobierno del Estado judío, una facción que pretende volver al gran Israel, desde el Mediterráneo al Jordán, donde no hay lugar para un Estado palestino.Desde la óptica de Malki, entonces, Benjamin Netanyahu, primer ministro de Israel, debe cambiar de socios en su coalición de gobierno, para así despojarse de la ultraderecha. Agregó, en una reciente entrevista, que Benjamin Netanyahu “no tiene el coraje de convertirse en un líder histórico”. Netanyahu debería acompañar sus referencias a la paz con acciones concretas; las construcciones en Jerusalem oriental, y la expansión de colonias, por ejemplo, deben cesar de inmediato. En 1948, luego de la fundación de Israel, David Ben Gurion tuvo el coraje de condenar las actitudes terroristas de los grupos paramilitares judíos, al punto de arriesgarlo todo (no le tuvo miedo a una confrontación civil). Las fuerzas del neonato ejército hundieron un barco del Irgún (el Altalena) lleno de armamento en las costas de Tel Aviv; quien ejecutó la orden era Yitzhak Rabin, el líder del Irgún, nada menos que Menahem Begin.Hamas, que gobierna Gaza, debe deponer la influencia iraní (que en nada busca la paz). La Autoridad Nacional Palestina, mostrar que tiene la misma valentía que tuvieron Anuar el-Sadat, y Begin cuando firmaron la paz entre Egipto e Israel en 1979. Y Netanyahu, demostrar su coraje, inspirándose en el que tuvo un estadista de la talla de David Ben Gurion.