Mundial y nacionalismo

El Campeonato del Mundo es, junto a los Juegos Olímpicos, el mayor evento deportivo del mundo, con transmisiones que posiblemente lleguen a tres mil millones... Por Cuarto Intermedio

El Campeonato del Mundo es, junto a los Juegos Olímpicos, el mayor evento deportivo del mundo, con transmisiones que posiblemente lleguen a tres mil millones de personas (casi la mitad de los habitantes del planeta).

(Cuarto Intermedio – 25 de junio de 2010)- Siendo que Argentina es un país muy futbolero (a pesar de que tenemos al pato como deporte nacional), el impacto que tiene la performance de la selección nacional en nuestra sociedad es más que significativo.No sólo el humor social cambia, sino que también distintos comportamientos pueden servir como disparadores de algunas reflexiones. De momento, a raíz del interesante juego de equipo, viene fermentando en muchos sectores una sensación de euforia. Atención, diría el mesurado: la euforia es enemiga del éxito. Vale remarcar las declaraciones del entrenador, Diego Maradona, quien oportunamente ha modificado su otrora obscena verborragia por una virtud griega, la prudencia. Resaltó la necesidad de mejorar, de no cometer errores, de pensar en el próximo partido, sacándose el rótulo de candidato. Por tanto, si el equipo no deviniese en triunfador, la sensación será dura, aunque no tanto. Si, en cambio, la selección se consagrase campeona del mundo, el sabor sería mucho más dulce. La propuesta de reflexiones mundialistas continúa. Independientemente de cómo se puede interpretar el desarrollo del juego, el destino sudafricano ha desnudado una situación que merece ser comentada, una y otra vez. Y en este caso, propongo comenzar con una serie de preguntas: ¿cómo se siente cada uno de los argentinos honestos, cuando observa que arriban al país ciudadanos deportados por su comportamiento violento? ¿Qué impresión genera el hecho de que personas con prohibiciones vigentes para salir del país dejen el aeropuerto con los rostros cubiertos, y se dirijan tranquilamente a sus casas? ¿Y enterarse de que muchos de estos sujetos compartieron el sector VIP del estadio, bebiendo champagne junto a parte de la dirigencia?La impunidad es un cáncer que debe ser extirpado de nuestra sociedad. Y la pasividad frente a actos como estos, también. Los representantes del pueblo, desde sus distintos estamentos, deben tomar cartas en el asunto y actuar. ¿Cómo?, se preguntará el lector. Pues bien, aquel fiscal que permitió el viaje de un violento, el responsable de la policía que otorgó el pasaporte a quien tenía una condena por homicidio, y aquellos dirigentes que simbióticamente conviven con estos personajes, deben ser sometidos a una investigación. Y en términos gramscianos, la sociedad civil no debe ser contemplativa. Debe denunciar, escribir, advertir. Al enfermo hay que curarlo.Por último: los festejos del bicentenario, combinados con la excitación futbolística, ofrecen un tenue renacimiento de ese tan añorado nacionalismo. Se ven banderas por doquier, se escucha el himno nacional y gritos de Argentina, Argentina. En buena hora. Sin embargo, tomando la definición de nacionalismo de la Real Academia Española, que sostiene que el mismo es el “apego de los naturales de una nación a ella y a cuanto le pertenece”, no debería olvidarse que, más allá de un partido de fútbol, cuando se piensa en nacionalismo, debería ser en derredor de un comportamiento social y cívico; el compromiso con el país, por sobre todas las cosas, se plasma en el respeto a la ley y la reverencia a las instituciones.