Unas ideas afganas

Es cierto que está allí, lejana y distante. Si preguntara con qué países limita, alguno podrá mencionar a Pakistán, quizás otro, a la bien conocida... Por Cuarto Intermedio

Es cierto que está allí, lejana y distante. Si preguntara con qué países limita, alguno podrá mencionar a Pakistán, quizás otro, a la bien conocida Irán. No son estos dos países nomás, quienes rodean a la tormentosa República Islámica de Afganistán. ¿Importa?

(Cuarto Intermedio – 30 de julio de 2010)- Pues bien, en este caso he de recontar una crónica elaborada por Nicholas D. Kristof, quien escribe semanalmente para The New York Times. A partir de un informe publicado por el servicio de investigaciones del Congreso estadounidense, solamente este año, el país más poderoso del planeta gastará, en la guerra en Afganistán, más dinero que lo que costó la guerra revolucionaria, la guerra de 1812 (contra el Imperio Británico), la guerra mejicano-americana (donde los EE.UU se quedaron con Texas), la guerra civil y la guerra hispano-americana (allí Guam, Cuba, las Filipinas y Puerto Rico quedaron para el país del norte) combinadas… y con los costos ajustados por inflación.Kristof, como tantos otros, plantea lo imperativo que es revisar la estrategia militar; dice, además, que es necesario reflexionar sobre la necesidad de reasignar de otra forma los recursos. Por mi parte, pretendo ir más allá. No se trata meramente de una cuestión pragmática; estamos hablando de algo conceptual. Si se quiere estabilizar un país y una región, ¿sirve estar sobreinvertido en herramientas militares y desinvertido en educación y diplomacia?Quizá flote en el aire la idea de que lo que se habla es pura teoría, que no le llega a la gente; tal vez alguno crea que se trata de un simple debate de la intelectualidad de las altas esferas. Pero vayamos a algunos datos. Por el costo de sólo un soldado en Afganistán por un año, se podrían construir veinte escuelas allí. Habrá quien diga que eso sería imposible sin la protección de las tropas militares. Pero según Kristof, esa afirmación es incorrecta.Veamos. CARE, una organización humanitaria, opera trescientas escuelas en Afganistán, y ni una de ellas fue atacada por los Talibanes. Sí, ninguna. Greg Mortenson, autor de un reciente suceso titulado “Tres tazas de té”, supervisa la construcción de ciento cuarenta y cinco escuelas en Afganistán y Pakistán, y opera otras tantas docenas en carpas alquiladas… y, según sostiene, ni una fue destruida por los Talibanes. Esto se ve posible en la medida en que haya consultas respetuosas con las estructuras tribales correspondientes, en una nación cuyos dos principales grupos étnicos (son más de ocho) son los pashtún y los tajik.Mortenson sostiene que el costo de sólo doscientos cuarenta y seis soldados en un año podrían costear un plan de educación superior para toda la república.  La educación tiene una impronta transformadora en los pueblos; es seguramente una de las razones que explican que Bangladesh sea un lugar más tranquilo que Pakistán (un polvorín), y que Omán sea una amenaza menor que Yemen. ¿Importa?Imaginen por un minuto el siguiente concepto. Para reducir la marginalidad, disminuir la inseguridad y ofrecer mayor igualdad de oportunidades para aquel que las quisiera tomar, se construirán bibliotecas en el partido de San Martín, escuelas en San Miguel, centros de recreación deportiva en la ciudad de La Plata, más talleres de música en Esteban Echeverría y cursos de expresión corporal en la villa 1-11-14 y en la zona de José C Paz. Y todo esto sin los peligros de la insurgencia talibán, sin la complejidad de estructuras tribales y sin etnias con características disímiles entre sí.Son ideas originadas a partir de un ganador, en dos ocasiones, del premio Pulitzer. Ideas, que no por ser propias o ajenas, deberían importar.