Cuando se muere un padre

Cuando se murió mi viejo tenía 44 años. Ya pasaron casi seis de ese 4 de diciembre de 2004. Creo que mi primer pensamiento fue... Por Cuarto Intermedio

Cuando se murió mi viejo tenía 44 años. Ya pasaron casi seis de ese 4 de diciembre de 2004. Creo que mi primer pensamiento fue que ya no tenía a nadie “arriba”, que pasaba a ser de alguna manera la cabeza de mi grupo familiar…Por Ricardo SaenzFiscal General ante la Cámara Nacional de Apelaciones en lo Criminal y Correccional. Cap. Fed

(Cuarto Intermedio – 29 de octubre de 2010)- Cuando se muere un personaje de la política de la dimensión de Néstor Kirchner, la sensación es parecida. Se puede compartir o no la línea de su gobierno, continuado por el de su esposa, pero no se puede negar que ocupó el centro del escenario de nuestro país desde 2003.Los hechos importantes de la vida de las personas, como de los países, deben ser tomados como una oportunidad; especialmente los hechos desgraciados, los más difíciles, ya que son los que ponen en juego el temple de quien los sufre. Se trata de esos momentos en los que hay que recomponer las fuerzas y salir para adelante, la única dirección válida en el camino de la vida, especialmente en la de los países.Cuando escuché la noticia del fallecimiento de Kirchner me acordé de la idea central del editorial que escribí para la inauguración de mi sitio. Decía así: …. “Las falencias del Estado ya todos las conocemos, el asunto es qué estamos dispuestos a hacer nosotros con eso, mientras algún día se soluciona. Si nadie protege a nuestros niños, enseñémosles nosotros a cuidarse, y para eso necesitamos comprometernos más con su enseñanza y con su vida, y creo que de eso se trata la responsabilidad como padres. Algo parecido pasa con la cuestión de la seguridad; es claro que no podemos tomar el lugar del Estado para defendernos por la fuerza, pero podemos comprometernos con la seguridad del barrio, con la de nuestros vecinos, con una actitud positiva. Quiero decir, hagamos algo, formemos foros, demandemos con propuestas, hagámonos cargo de nuestro destino, ya que parece que por ahora nadie lo hará por nosotros. Dice una canción popular ´Todavía cantamos, todavía esperamos´, pero ¿qué esperamos? Esperar puede resultar una actitud infantil (o adolescente), seamos adultos de una buena vez. Como dice José Sacristán en su famoso monólogo de la película ´Solos en la madrugada´, hay una generación (como la mía) que gracias a Dios es huérfana, y entonces tenemos que tomar ahora las riendas de nuestras vidas”.Puede ser que hoy nos sintamos un poco huérfanos, especialmente aquellos que compartieron las ideas políticas de quien nos dejó, pero la vida, y su eterna contracara, la muerte, nos brinda una gran oportunidad. En un momento en el que no se destaca nítidamente un nuevo líder político, ha fallecido en forma inesperada él que era sin duda el más destacado. Este momento de incertidumbre debe ser la gran oportunidad.Si pensamos en las democracias más sólidas de occidente de la década del 80 hasta nuestros días, podremos observar que se han destacado las que lograron imponer un proyecto de país, llevado a cabo en distintos momentos por distintos políticos. No existen ya grandes hombres providenciales que llevan a sus pueblos por el camino del desarrollo; sí existen partidos políticos con proyectos duraderos de crecimiento, mantenidos en el tiempo, muchas veces, incluso, por políticos de otro partido. Pensemos nada más en países muy cercanos a nosotros, como Brasil, Uruguay o Chile, no hace falta recurrir a la comparación con los grandes países europeos.Creo que esa es la oportunidad que tenemos, unir los esfuerzos de toda la clase dirigente para generar un proyecto de país mirando al futuro. Podemos sentirnos huérfanos por un tiempo, pero tenemos un deber que cumplir con nosotros mismos, y especialmente, con las generaciones que nos siguen. Esos niños y esos jóvenes nos miran y esperan mucho de nosotros. Tienen legítimamente ese derecho.