Curiosa coincidencia

El encendido pedido que la Presidenta hizo a los líderes sindicales para que no tiren más de la cuerda en materia salarial, hizo recordar aquellos... Por Cuarto Intermedio

El encendido pedido que la Presidenta hizo a los líderes sindicales para que no tiren más de la cuerda en materia salarial, hizo recordar aquellos tremendos días de 1975, cuando María Estela Martínez de Perón se enfrentó a los gremialistas.Por Jorge Carlos BrinsekDirector de Productora deServicios Periodísticos(www.prosep.com.ar)

(Cuarto Intermedio – 3 de febrero de 2011)- Juan Domingo Perón había dejado este mundo casi un año antes y la Argentina estaba sumida en el caos, la violencia y el desgobierno. Néstor Kirchner tampoco está, pero como se dijo al principio, hay un abismo entre una y otra situación. La actual mandataria no heredó su cargo sino que fue ampliamente consensuada por el voto popular y, además, entre otras cosas, algunos de los antiguos guerrilleros de entonces hoy están ocupando prominentes puestos oficiales.Lo que no cambió y no cambiará nunca, es el humor popular cuando el dinero no alcanza. Ello siempre ha sido producto del flagelo de la inflación que, aunque se diga lo contrario desde el Gobierno, castiga impiadosamente a los que menos tienen y suele hacer trizas los haberes de todos los asalariados.El gran problema de hoy, como de ayer, es la confianza. Pero atención,  hay que dejarlo una y otra vez bien en claro para evitar malos entendidos: la Argentina de hoy no es de ninguna manera la Argentina de hace tres décadas. Pero aún sin violencia, sin bombas, sin metrallas, sin sangre en las calles, la falta de confianza es un elemento demoledor. Los precios de los alimentos suben todos los días “por las dudas”, lo que fuerza a los dirigentes sindicales, si quieren mantenerse en el poder, a presionar por aumentos en algunos casos totalmente fuera de carril. Es que en todos estos años hubo una distorsión salarial tan tremenda que un recolector de residuos -no porque no lo merezca, atención con esto- suele ganar más que el médico de un hospital. El tema pasa porque el recolector de residuos, como el conductor del camión que los transporta, pertenece a un gremio con un cacique todopoderoso que no duda en paralizar una ciudad con sus camiones o convertirla en un basural, si no se accede a sus demandas. El médico de hospital, en cambio, si deja de atender a un paciente en una urgencia para marchar con su pancarta pidiendo aumento, termina deglutiendo todo el Código Penal y puede terminar preso, o en el mejor de los casos, inhabilitado en la profesión.Es una suerte de ley del más fuerte donde ganan los que vulneran los derechos de sus semejantes para hacer valer los propios, y tienen la capacidad de, en pocos minutos, tomar de rehenes a miles de personas. Y un país como el nuestro que se ha convertido en el todo vale, donde el que pisa más fuerte es el que gana, en la Casa Rosada pareciera que han terminado por darse cuenta que criar y cobijar pequeños monstruos puede ser fatal cuando estos crecen.Así están planteadas las cosas, por más que politicólogos y analistas hagan una y mil especulaciones sobre cómo evolucionarán los acontecimientos de aquí a las elecciones. La gente siempre responderá al infalible olfato de su bolsillo y eso será en distintas percepciones. Hay una porción considerable de ciudadanos que está enamorada del proceso kirchnerista. Hay otra, no menos numerosa, que lo detestaEl Gobierno está entrampado en su propia estrategia populista que ahora, como suele ocurrir en estos casos, muestra sus fisuras. Hay una mitad del país que en todos estos años ha aprendido a vivir sin trabajar y cobrar por ello, y otra, harta de trabajar y tener que encima pagar por hacerlo.Por supuesto que hubiese bastado que la Presidenta hubiera llamado por teléfono reservadamente a los principales caciques gremiales para decirles “muchachos, paren la mano”. Su alocución pública sin duda persiguió otro efecto: aliviar la presión que, desde las bases, ejercen sobre aquéllos quienes en estos años se han acostumbrado a cortar rutas y vías, o bloquear puertos y plantas fabriles para obtener lo que quieren.