Es tapa de todos los diarios, aparece en los muros de las redes sociales, siempre acompañada por párrafos que demuestran el horror o la vergüenza que sentimos frente a la muerte de un niño. Pero este niño sirio, migrante que intentaba escapar de la muerte y encuentra la muerte en la otra orilla del mar, no es más que el paradigma de todos los niños que mueren por situaciones evitables.
Las guerras, las persecuciones raciales o religiosas, la desnutrición, la falta en las condiciones sanitarias o de higiene, la falta de agua potable, la pobreza, la indiferencia, son todas las razones que llevan a que los niños mueran sin razón. Frágiles por ser pequeños, los niños que deben ser el futuro se convierten en el presente más doloroso e inmediatamente alcanzan las listas de ese pasado que el humano después ya no recuerda.
Poco importa si el niño es sirio, chaqueño, tucumano, formoseño o del gran Buenos Aires. Es la infancia desvalida, los sin voz de los sin voz, a los que ni siquiera se les reparte un mísero bolsón de comida porque todavía no votan.
Ese niño, paradigma de la niñez, es el dolor que no puede instalarse como angustia por unos días para luego naturalizarse. La niñez debe movernos hacia delante, hacia un futuro mejor, con la ilusión de crear un mundo en el que las fronteras, las especulaciones políticas o económicas no sean los límites a la vida.
Apelo a todos los ciudadanos que sienten dolor frente al niño sirio para que tomemos conciencia de que en Argentina hay miles que mueren en las mismas condiciones de abandono. Mueren escapando de la muerte, pero siempre que los Estados los desprotejan, la muerte los va a alcanzar. Apelo a la decencia, la compasión, la solidaridad, para construir -desde nuestro humilde lugar de argentinos- la ilusión de un mundo mejor.
*Diputada nacional – Candidata a Presidente por la Alianza Progresistas.