No miren para otro lado

El tribunal oral que condenó a los hermanos Alan y William Schlenker a prisión perpetua como instigadores del homicidio de Gonzalo Acro, en el marco... Por Cuarto Intermedio

El tribunal oral que condenó a los hermanos Alan y William Schlenker a prisión perpetua como instigadores del homicidio de Gonzalo Acro, en el marco de una disputa entre grupos antagónicos de la barra brava de River, puso de relieve que la ruptura interna que se zanjó con una muerte obedeció a intereses “bastardos”.          

(Cuarto Intermedio – 30 de septiembre de 2011)- Los Schlenker acusan a su enemigo de la barra, Adrián Rousseau, de haber sido la fuerza de choque y, en consecuencia, el protegido, del ex presidente del club, José María Aguilar. En tribunales se sabe que Aguilar es judicialmente intocable. Pero el tribunal oral puso blanco sobre negro una situación que hasta ahora se desconocía: “esa estructura adversa (liderada por Rousseau y su lugarteniente, Acro) en la tribuna popular, constituía un obstáculo de relevancia para el proyecto político de Alan Schlenker de conquistar la presidencia de River en los términos que expusiera en su declaración indagatoria, proyecto que incluía la transformación de la hinchada que debía quedar, a su entender, necesariamente en manos de algún allegado de su confianza, que ya no podían ser Ghisletti y mucho menos Acro, no sólo a causa de su explícita subordinación a Rousseau, sino porque Acro pasó a ocupar luego del mundial de Alemania el lugar que poco tiempo antes ocupara Alan Schlenker, extremo que lo convirtió por obvias razones en un enemigo de relevancia habida cuenta la aceptación generalizada de la que gozaba en el ámbito riverplatense” El fallo destaca que William y Alan Schlenker “en modo violento querían cambiar en River Plate” determinados aspectos de la vida institucional, “identificando a Rousseau y también a Acro, a quienes exhibieron como exponentes de la corrupción existente en el club que proclamaron a lo largo de este juicio y a la que querían erradicar, viéndose desde ese mismo momento de qué manera llevarían a cabo esa tarea”.Pero tal “loable” actitud no fue creída por el tribunal: “Eso sí, llama la atención que hayan dejado correr largos años de tribuna y viajes compartidos para demonizar, como lo hicieron a los corruptos”.Para los jueces, unos y otros eran la misma cosa, sólo que circunstancialmente distanciados por lo mismo que antes los unía: el poder interno y las aspiraciones políticas a las que pueden catapultar clubes como River o Boca. Era hora que la Justicia lo dijera en un fallo condenatorio.