Oposición. ¿Oposición?

Comenzó una nueva era. Y esperemos que sea para mejor. Pero que lo sea, no es responsabilidad exclusiva de la Presidenta de la Nación, Cristina... Por Cuarto Intermedio

Comenzó una nueva era. Y esperemos que sea para mejor. Pero que lo sea, no es responsabilidad exclusiva de la Presidenta de la Nación, Cristina Fernández de Kirchner, elegida libremente por el pueblo argentino con el 54% de los votos. Lo es, en una buena medida también, de la oposición.

(Cuarto Intermedio – 13 de diciembre de 2011)- ¿De la oposición? Nuestra Carta Magna, en su artículo 1º, reza “la Nación Argentina adopta para su gobierno la forma representativa republicana federal”. La palabra “representativa” es sencilla: alejados ya de la democracia directa de la Grecia antigua, el pueblo no delibera sino a través de sus representantes. La palabra “federal” es importante, dado que alude a las unidades fundacionales del país (y a su autonomía), las provincias. Pero la palabra clave, a los efectos de estas líneas, es “república”: allí está el secreto del éxito -o fracaso- del sistema que nos rige.Independientemente de la etimología del término (res publica, del latín, remite a cosa pública, el Estado), sus principios básicos tienen un origen remoto, también en la luz de la cultura helénica. Aristóteles fue el pionero del concepto como sistema de gobierno, planteando ideas como la división de poderes y su control recíproco. Y por supuesto, pensadores más modernos como Montesquieu, Madison y eventualmente Alberdi siguieron después.Milenios, siglos y décadas luego de tanto pensamiento y lucha por constituir una nación basada en principios republicanos que proponen estimular el bienestar general y asegurar los beneficios de la libertad, la Argentina se encuentra frente a una nueva disyuntiva. Existe la percepción de que el sistema republicano está un tanto desbalanceado; el planteo es cómo lidiar con ello. Tal vez la Presidenta tenga demasiado poder, y los legisladores de su mismo partido sean lo suficientemente obsecuentes para no criticar fuertemente aquellas cosas que están mal o proponer alternativas superadores a las que envía el Ejecutivo. Por algún motivo también, quienes antes eran rebeldes gobernadores y formaban bloques unipersonales por su lealtad con la república (Néstor Kirchner y Cristina Fernández en la mal denostada década del noventa), ahora impiden cualquier tipo de disidencia, aun aquellas con espíritu constructivo.División de poderes; control recíproco; sistema de frenos y contrapesos. Todas estas ideas están previstas en el diseño constitucional para que un poder no pueda avasallar a otro. Y de esa manera, al evitar abusos, se crean incentivos (teóricamente) para trabajar por el bien común. La razón fundamental de una oposición constructiva y responsable, por tanto, es trabajar por y para esta sana vigilancia.¿Quiénes no, sino ustedes, señoras y señores de la oposición? ¡Es su deber y el mandato que el pueblo les honró!Sin embargo, aunque a veces pretendamos ser el centro del cosmos, la falta de una oposición a la altura de la historia no es solamente un problema argentino. El prestigioso semanario alemán Der Spiegel publicó hace pocos días, en un análisis de los precandidatos presidenciales estadounidenses del Partido Republicano, una nota titulada “Un club de mentirosos, demagogos e ignorantes”. Allí, destaca que la carrera por suceder a Obama desde la oposición está dominada por mentiras y escándalos, al punto en que lo hacen quedar a George W. Bush como Einstein.Este, es sólo un ejemplo de la importancia del asunto. Sin una oposición relevante e idónea, el que corre peligro es el sistema. Demasiado poder en manos de un Presidente, hace que su voluntad adquiera una dimensión exagerada. Y eso, excepto que se trate de una personalidad excepcional tal como la de Nelson Mandela, hace que el abismo institucional y las decisiones de Estado estén siempre a la vera de la buena voluntad.