En un país serio costaría imaginar que un sketch cómico realizado para la televisión podría ingerir en la política real. Pero en la Argentina, la conjetura no es tan clara y nada se descarta.
(Cuarto Intermedio – 27 de mayo de 2009)- Desde que el conductor televisivo Marcelo Tinelli decidió que era el momento adecuado para reflotar la vieja formula exitosa del seudo reality humorístico llamado Gran Cuñado, se disparó un debate ético en varios sectores de la sociedad acerca de si era apropiado tomarse en serio las repercusiones que este programa podría originar.
En este contexto, tanto asesores, candidatos oficialistas y de la oposición, como los propios electores, pusieron bajo la lupa lo que reflejan las caracterizaciones dentro de la casa más vista de la programación local. Seguramente los interesados advirtieron que si bien lo que muestra la pantalla de TV no va a modificar una idea o concepto firme sobre un candidato, igualmente algo puede llegar a influir al momento de definir un voto. Al fin y al cabo lo que muestra Gran Cuñado es un espejo exagerado de la realidad de las figuras parodiadas. En algunos casos los guionistas optaron por enfatizar más la imitación del tic, de la pose o del rasgo físico, y en otros apostaron a desfigurar las posturas o las ideologías.
En el producto de Ideas del Sur se puede ver por ejemplo a un Cleto (Cobos) dubitativo, muy parecido al De la Rúa versión 2001, a una presidenta Cristina (Fernández) autoritaria y arrogante, o a un Mauricio (Macri) con postura canchera y con ideales de “gente bien” desorientado porque no le llevan el desayuno a la cama. Un Felipe (Solá) camaleónico o un Luis (D´Elía) subordinado y manipulado por el poder.
Más allá de evaluar si las caracterizaciones son buenas, malas u ofensivas, la conformación de los personajes se suele armar actoralmente en base a una imagen real pero exagerada de la misma. Seria conveniente preguntarse cómo el televidente recibe esta parodia y procesa la información. Ya que si se la toma con cierta seriedad -desde ya que no es lo recomendable- en algunos casos el reality puede ingerir para reforzar un preconcepto sobre un personaje o también puede llegar a deformar una imagen previa. Siempre basándonos en la poca información seria que circula y que consume un alto porcentaje de las personas que el 28 de junio van a ir a las urnas a colocar un voto para elegir autoridades legislativas.
Este punto es el más discutible de la cuestión. En una etapa proselitista tan endeble y carente de propuestas como la que estamos atravesando, cabe preguntarse si este tipo de programas no colaboran para generar más confusión en el electorado y si no hace que el votante se aleje aún más de la política al ver que los personajes parodiados en la televisión despiertan más interés que los verdaderos políticos de carne y hueso.