Las libertades

Isaiah Berlin escribió, entre otras cosas, acerca de la libertad. Concibió, por un lado, a la libertad negativa como más individualista que social porque así... Por Cuarto Intermedio

Isaiah Berlin escribió, entre otras cosas, acerca de la libertad. Concibió, por un lado, a la libertad negativa como más individualista que social porque así el hombre o la mujer encontraría menos trabas u obstáculos para definir el rumbo de su criterio.    

(Cuarto Intermedio  – 4 de noviembre de 2009) – “Mientras menor sea la autoridad que se ejerza sobre mi conducta; mientras ésta pueda ser determinada de manera más autónoma por mis propias motivaciones -mis necesidades, ambiciones, fantasías personales-, sin interferencia de voluntades ajenas, más libre soy”.

Es posible que el lector concuerde velozmente con esta aseveración. Después de todo, ¿no queremos acaso ser libres? ¿No hemos luchado por liberarnos de una autoridad que nos condicione, desde los tiempos del virreinato y la Revolución de Mayo, hasta 1983?

Sin embargo, con rápidos reflejos podemos darnos cuenta de que siendo más y más libres, siguiendo este razonamiento, puede ponernos en un brete. Dado que vivimos en sociedad, la no interferencia de voluntades ajenas para influir sobre las motivaciones personales puede llevar -y de hecho lo hace- a comportamientos que perjudican al prójimo. Así, Berlin desarrolló el concepto de libertad positiva: “hay más libertad en términos sociales cuanto menos diferencias se manifiestan en el cuerpo social, cuanto más homogénea es una comunidad”.

Estas dos libertades, en realidad, son expresiones de la realidad y de la vida del ser humano. Pueden parecer contradictorias, pero no por ello una es falsa y otra verdadera. A simple vista alguno podrá pensar que una sociedad homogénea no es buena. Pregunto: ¿si todos fuésemos alfabetos, si los ciudadanos en su conjunto tendiesen a ser emprendedores y por tanto empleadores (y no empleados), si tuviésemos un respeto uniforme y parejo por determinados valores y la ley, no pensaríamos que cierta homogeneidad es buena? Hay que tener cuidado cuando hablamos de celebrar las diferencias. Celebremos algunas diferencias. En la práctica, entonces, lo ideal es buscar el equilibrio, o término medio, entre estas dos libertades.

Un ejemplo que puede servir para entender la importancia de este ejercicio es el de un equipo de fútbol. Para que gane, y mejor aún, gane jugando bien, los integrantes deben articularse correctamente, cumplir sus respectivas funciones, y seguir las instrucciones del director técnico poniendo en práctica lo ensayado en los entrenamientos. Suena difícil creer que una persona, casi como un salvador mesiánico, podrá lograr por sí solo el objetivo. Se necesita la genialidad autónoma de cada uno, y la homogeneidad del entrenamiento físico, la comprensión del mensaje del técnico y el ensamble colectivo.

Este tipo de reflexiones pueden aplicarse todos los días, cuando vemos, por un lado, que algunos se comportan siguiendo sus motivaciones sin ningún tipo de restricción; y por otro, que florecen en el cuerpo social un sinnúmero de diferencias. Por un lado, un grupo de personas acampa sobre una de las avenidas más transitadas de la Ciudad; por otro, los niveles de acceso a la salud, a la justicia y a la vivienda son fenomenalmente disímiles. Jóvenes que asaltan, roban, matan y disparan a mansalva; y al mismo tiempo la educación no es pareja en todo el territorio nacional, como tampoco lo es la seguridad. Suena a demasiadas libertades negativas, y escasas libertades positivas…

Como individuos y como sociedad, debemos exigir que esto cambie, y comportarnos predicando el ejemplo. Y el Estado debe ser quien bregue por una mayor libertad positiva. Como ciudadanos debemos hacer lo que está a nuestro alcance, y pregonar que el Estado cumpla su rol. Sólo así podremos tener un futuro mejor.