Con derrotas así, no hacen falta victorias

Entre tanta exageración en las manifestaciones y en los titulares de los medios, cabría preguntarse cuál será la verdadera significación de lo ocurrido en la... Por Cuarto Intermedio

Entre tanta exageración en las manifestaciones y en los titulares de los medios, cabría preguntarse cuál será la verdadera significación de lo ocurrido en la sesión preparatoria de la Cámara de diputados realizada el 3 de diciembre y qué puede esperarse del futuro funcionamiento del Parlamento.

(Cuarto Intermedio  – 4 de diciembre de 2009) – A su manera, el gobierno terminó asimilando lo que significaba el resultado de las últimas elecciones legislativas e hizo lo esperado: control de daños, manejo de crisis, estabilización de la situación y planteo de estrategias para revertirla hasta retomar el control.

Sin caer en el error de atribuirle demasiados méritos a una gestión que con mediana pericia jamás debería haber perdido tan rápidamente su caudal electoral, digamos que es gente convencida que la suerte suele estar del lado de los osados. O si se quiere, gente que no tiene inconvenientes en “huir hacia delante”.

Lo que no se puede dejar de reconocer, es que este gobierno sabe cómo utilizar los recursos que maneja para ejercer su poder y con prácticas que son de publico conocimiento, llegó a la renovación legislativa mucho mejor de lo que el grueso de la gente esperaba.

Tranquilo Jefe, está todo bajo control

El gesto de satisfacción de Néstor Kirchner una vez finalizada la sesión preparatoria de Diputados no fue una sobreactuación. El diputado Agustín Rossi -presidente del bloque oficialista- no podría haberlo explicado mejor cuando señaló que tenían “objetivos de máxima que no se pudieron alcanzar”, sin perjuicio de lo cual estaban “satisfechos por los acuerdos logrados”. Del otro lado contrastaron visiblemente las expresiones de júbilo de muchos opositores con una del líder del PJ disidente, Felipe Solá: “tan malo no debe ser el acuerdo que propusimos al oficialismo porque después de retarnos (por la supuesta violación del reglamento), lo votaron junto a nosotros”.

El oficialismo hizo todo lo posible para alcanzar los 129 votos necesarios para preservar la presidencia y vicepresidencia primera del cuerpo y el control numérico y presidencias de las comisiones especializadas. Llegaba el día de la preparatoria y no sumaba más de 120, por lo que comenzó a diversificar la estrategia: movilización de fuerzas de presión hacia el Congreso; postergación de la votación hasta marzo o abril para ganar tiempo y seguir buscando aliados; realización de negociaciones secretas con sectores de la oposición que pudieran resquebrajar la fortaleza de los consensos a los que esta estaba arribando. Hasta se evaluaron formas de quitar del medio a la diputada Pinky Satragno, que como legisladora de mayor edad (no más antigua, como señaló Graciela Camaño) a la que correspondía la presidencia de esta peculiar sesión, se sabía que tendría un rol fundamental en la aceptación de las mociones de orden que implicaran forzar el reglamento y la tradición parlamentaria.

Con 135 votos, el acuerdo logrado entre opositores para arrebatar al Gobierno el control de la Cámara baja, empezó a sufrir los efectos del desgaste ejercido desde el oficialismo y se empezaron a escuchar legisladores -incluso en el recinto y hasta minutos antes de la votación- que desde terceras posiciones, no hacían más que dar señales de estar dispuestos a escuchar ofertas.

Curiosamente eran Elisa Carrió y Ramón Puerta quienes, desde las antípodas, advertían a los demás líderes opositores que ceder posiciones en la negociación con el oficialismo podría terminar en una victoria pírrica, lo que finalmente ocurrió.

Pasando en limpio lo votado, el oficialismo continúa al frente de la presidencia de Diputados, que al igual que en el Ejecutivo, no comparte poder con la vicepresidencia. Por tal motivo no es muy relevante que Ricardo Alfonsín sea el vicepresidente primero y Patricia Fadel la vicepresidente segunda en vez de ser al revés, como pretendía el oficialismo.

Mucho más importante para la oposición era reproducir el porcentaje de representación partidaria del cuerpo en la composición de las comisiones -como dispone el reglamento-, de forma tal que el oficialismo no tenga en ningún caso, más del 44 % de sus integrantes.

Sin embargo el oficialismo negoció resignar sus aspiraciones a cargos en la conducción del cuerpo y a la pelea por el dominio de 4 comisiones estratégicas (Presupuesto y Hacienda, Asuntos Constitucionales, Juicio Político y Peticiones, Poderes y reglamento), pero además de las presidencias, logró que su representación en esas cuatro comisiones sea del 49%, quedando en cada una a tan solo un voto de la mayoría necesaria para dictaminar en uno u otro sentido.

Por lo antes dicho resulta inexplicable que se siga hablando de una eventual “vetocracia” en relación a la forma en que el Ejecutivo podría seguir gobernando el país, haciendo un cotidiano y abusivo ejercicio de sus facultades constitucionales. Difícilmente se llegue a ese escenario y excepcionalmente el Gobierno deberá pagar semejante costo político, a menos que se equivoque mucho.

Si algún proyecto inconveniente para el Gobierno lograra obtener dictamen de comisiones, luego debería ser aprobado en el recinto de Diputados, donde nuevamente quedará expuesto a la heterogeneidad de la oposición y a la fortaleza que aun conserva el oficialismo con la primera minoría y sus aliados. Si pese a estos escollos el proyecto pasara al Senado, en esa cámara se encontrará con una mayoría oficialista -exigua pero firme- que le cerrará todas las puertas.

Esto quedará demostrado el día que los sectores opositores que planean imponer condiciones del mismo modo que lo hicieron en Diputados, choquen con los votos de los neuquinos, los fueguinos, los Artaza y demás legisladores que de una u otra forma, serán persuadidos por el oficialismo.

Sigan participando

No se engañe nadie: el gobierno nacional, popular y revolucionario de los compañeros NK y CFK continúa en control de la situación. Desde el Congreso o desde el Ejecutivo, mantendrán la iniciativa. Si no hay dinero para obras públicas, crearán la ficción del bienestar inaugurando shoppings construidos por capitales privados. Si la economía no vuelve a tener la suerte de factores externos que la hagan crecer a pesar de la impericia del Gobierno o de su falta de políticas, el incremento del gasto podrá financiarse con algunas reformas tributarias progresistas, las mismas que vienen siendo prometidas y demoradas durante años. Está demostrado que hay muchos legisladores a quienes no les importará el uso que se dé a los nuevos recursos, en tanto y en cuanto provengan de reformas ideológicamente correctas. En este sentido cabe recordar que pocos entendieron por qué el gobierno, horas después de conocerse el resultado de las últimas elecciones, leía el éxito de sectores de centroizquierda como propio.

Agotadas todas las posibilidades de utilización de ahorros previsionales y otras fuentes de financiamiento para sostener su poder político, aun restará al Gobierno el recurso de echar mano de las reservas del BCRA. Después de todo fueron la CTA y sectores de centroizquierda quienes primero lo sugirieron (como alternativa a la búsqueda de un financiamiento externo que aun se ve lejano), con el objeto de financiar la estatización de sectores estratégicos como la explotación de hidrocarburos, ferrocarriles y astilleros.

En torno a estas cuestiones girarán las próximas iniciativas legislativas del oficialismo, las que seguramente podrán ser sancionadas gracias al acompañamiento de la centroizquierda.

Para el resto de la oposición quedará la satisfacción de alguna que otra media sanción o la creación de alguna comisión investigadora. Y finalmente la posibilidad de echarle en la cara a Kirchner, los cuestionamientos que la prensa no tiene posibilidades de hacerle en torno a su enriquecimiento personal y el de alguno de sus funcionarios. Siempre y cuando puedan verle la cara.