Vastos apagones empañaron la Nochebuena de miles de hogares. Patentizan la sostenida desinversión en un área vital como es la energética. No hay, no ya desarrollo, sino mero crecimiento que pueda mantenerse sin la suficiente energía. Es el embudo del ‘modelo’ vigente. En rigor, uno de los cuellos de botella que lo estrangulan.
Otro -para sintetizar, en lugar de una enumeración hastiante- es la «deseducación», algo peor que la falta de ella. Porque no sólo sufrimos los “ni-ni”, quienes ni estudian ni trabajan, cerca de un millón de jóvenes, sino que los que sí estudian lo hacen cada vez con menor calidad. Y los que estábamos educados, por el nocivo efecto contagio, nos estamos deseducando, algo así como embruteciendo o para decirlo más académicamente, incivilizando. El vandalismo urbano que arrasa con todo lo común, sea patrimonial o simplemente espacio -un paseo, una plaza, una calesita- muestra cómo lo rústico invade las ciudades. Con un agravante: lo rural no es refinado, pero es fresco y espontáneo. Limpio de espíritu. En contraste, esta incivilización viene encapuchada y con palos. Endiablada por fuera y por dentro.
Empero, el apagón energético es lo de menos si lo comparamos con el apagón del pensamiento. La Argentina hace tiempo que sobrevive en medio de una alarmante adolescencia de ideas, sobre todo que traigan alguna novedad, siquiera un intento de innovar.
Veamos, relatado ligeramente y sin aspiración de agotar el tema, el cuadro. El mundo, a pesar de su desaceleración económica, sigue demandante de alimentos ¿Qué idea surge de nuestras autoridades para estimular la producción, diversificarla, agregarle valor? Expropiar -¿confiscar?- el predio de Palermo, de la Sociedad Rural. Esa es la ‘política agropecuaria’ para coronar el año. El subte de Buenos Aires se ha atrasado tecnológicamente y sigue sin extender su red ¿Qué se propone como alternativa? Estatizarlo, como si sobrecargar al Estado como gran inversor y superadministrador fuere una garantía de éxito y no existiera larga y frustrante experiencia al respecto. El tránsito vial interurbano -del urbano metropolitano mejor ni hablar- está absolutamente colapsado ¿Qué idea hay para este problemón? Ninguna. La corrupción sigue galopando por todo el entramado del Estado haciendo estragos ¿Idea de solución? Ninguna. La concentración demográfica en el área metropolitana, que se replica en Rosario, Córdoba y en cada capital provincial, es desquiciante ¿Propuesta de solución? Ninguna. El mar -la pampa marítima o “mojada”- que nos pertenece ahí está, aguardándonos ¿Qué hacemos? Nada, ni siquiera tenemos barcos patrulleros ¿Aviones? De ellos no se habla.
La deseducación y desocialización incivilizadoras avanzan raudamente ¿Qué hacemos? Nada. La política y los partidos prácticamente se acotan a la falaz “militancia” sostenida por jugosísimas y gruesas remuneraciones, de todos los organismos estatales, incluido el que debería responder a los justos reclamos de los jubilados, la Anses ¿Qué se programa para volver a tener partidos políticos que sirvan para la participación cívica y para la formación ciudadana? Nada. Padecemos de un déficit de más de tres millones de viviendas ¿Qué se planifica? Inaugurar 227 casas en alguna periferia de una ciudad. Construcciones aisladas que le son funcionales a la titular del Ejecutivo Nacional para propagandizar a su gobierno en “Fútbol para todos”. Precisamente, se gastan ingentes sumas en publicidad y en sostener al fútbol -otrora exitosa actividad privada, hoy decadente y estatizada-, pero la violencia y el vandalismo aumentan ¿Se intenta algo? Nada, como no sea verbalizar alguna rutinaria condena de la violencia.
El país pierde peso relativo en el concierto sudamericano y mundial, con creciente desprestigio, es decir, un factor contribuyente para esa fragilidad ¿Qué idea hay al respecto? Ninguna, salvo alguna aislada referencia de un opositor que -“rara avis”- sea capaz de sustraerse a la agenda penosa de todos los días y aludir a la cuestión de nuestras relaciones exteriores. La inflación carcome nuestra economía, conculcando el crecimiento y ensombreciendo el futuro ¿Medidas? Absolutamente ninguna, ni se habla de ella en las esferas oficiales y, digámoslo, en el área opositora tampoco brillan las propuestas. ¿Inseguridad? ¿Algún plan? Nada. ¿Más pluralidad mediática? Nada serio, salvo destruir a Clarín y montar el relato oficial como único. El país carece de ilusiones o, para decirlo con un añejo pero explícito vocablo, de mística ¿Alguna sugerencia? Ninguna; y ello es gravísimo porque se sabe que un pueblo sin esperanzas está trabado en su alma. Sancionamos leyes, pero todos intuimos que “hecha la ley, hecha la trampa”, o que esas normas quedarán enmarañadas por la burocracia o por la tendencia proverbial a incumplirlas ¿Algún pensamiento al respecto? Más allá de cierta retórica opositora para propugnar ‘calidad institucional’, ninguno. Somos conscientes que existe la vil e infame trata de personas, la esclavitud contemporánea, y otras expresiones del crimen organizado, como el narcotráfico, la piratería del asfalto, el robo de automotores, etcétera ¿Hacemos algo más que escandalizarnos? Sí: sancionar de apuro una nueva ley antitrata que todos los que la votamos el 19 de diciembre pasado dijimos que en seis meses habría que perfeccionarla porque su texto es insuficiente y hasta deficiente ¡Inconcebible! ¡Dictar una norma a sabiendas de que es mala! Así son y están las cosas en nuestro país.
¿Algún pensamiento para articular lo privado y lo público de modo que aquél no se asfixie y éste no se desborde? O, dicho de otra manera, para que el primero no se desmadre y el segundo no se disfuncionalice. En otras palabras, ¿alguna idea para lograr el equilibrio e implantar el sentido común?
¿Sentido común? ¿Qué es eso, si es el menos común de los sentidos, sobre todo en estos lares patrios?
¿Qué orientación tiene la enseñanza universitaria de la economía? Nadie lo ha preguntado formalmente, pero en las universidades públicas hay miles de estudiantes de ciencias económicas ¿Para qué economía los están formando? ¿Acaso para un país estatizado, ese modelo que fracasó en todo el orbe?
A la Universidad debe ingresar, antes que nadie, el nuevo pensamiento. Con prioridad a los alumnos, el ingresante número uno -rindiendo un exigentísimo examen de aceptación- debe ser el pensamiento renovado, las ideas nuevas. Por allí hay que empezar a cambiar la Argentina.
Nuestro país requiere hondísimas reformas, pero la primera de todas está en su cabeza. Hay que conmover a las neuronas colectivas de la Argentina para que elaboren ideas entusiasmantes que, inexorablemente, deben ser nuevas.
1930, 1945, 1955, 1976 ya fueron. Ahora, nos aguardan 2013 y medio siglo por delante. Sí, 50 años. ¿O es que somos incapaces de pensar una estrategia para el próximo medio siglo argentino?
*Diputado Nacional-Partido UNIR, provincia de Buenos Aires.