La crisis de representación política de nuestro país que hizo eclosión en 2001 no se ha resuelto: no se reconstruye un sistema de partidos, ni surgen nuevos liderazgos que puedan reemplazarlo.
El sistema político comienza a depender del márketing personal, pero éste ya no brinda ninguna garantía en la medida que la situación económica de las mayorías está dando señales de retroceso. En estas condiciones ya se produjeron algunos incidentes que recuerdan aquel trágico diciembre.
Mal que le pese al arco puro kirchnerista, Cristina Fernández es la principal líder del país, pero su liderazgo alcanza a no más de un 30% de la población. A esto se suman dos problemas: el rechazo a su imagen llega a duplicar su aceptación cuando la situación económica decae, y lo más importante, por más recursos que gaste en construir un candidato (hoy apuestan todo a Julián Domínguez), hasta hoy no se avizoran más que fracasos en la solución del problema de la sucesión presidencial.
Para quienes de tanto escuchar el argumento del 54% comenzaron a creerlo, vale señalar que difícilmente se repitan este año las condiciones económicas y políticas del 2011. También, para quienes se ilusionan con una debacle oficialista, hay que decir que tampoco esas condiciones serán tan adversas como las de 2009 -y en esto vale un reconocimiento a la habilidad del kirchnerismo-, por lo que el Ejecutivo Nacional este año elevará levemente su representación parlamentaria y sus garantías de gobernabilidad, pero quedará muy lejos de sus aspiraciones reeleccionistas. Despejada esa incógnita, surge una por demás perturbadora: ¿en qué condiciones llegaremos a las presidenciales de 2015?
Ningún político relevante puede hoy caminar tranquilamente entre la gente: esta semana, se conocieron los episodios de Kicillof y Boudou. Aunque ningún medio estuvo presente, dos días antes del incidente en Buquebús, el ex Presidente Eduardo Duhalde se retiró elegantemente al ser reconocido por turistas argentinos en un tranquilo balneario de Punta del Este. De esta generalización solo se vienen salvando Binner, Scioli y Massa, motivo que los torna atractivos para los analistas, pese a sus pobres perfiles.
Si a la impopularidad generalizada de dirigentes políticos y sindicales (la de Moyano está siendo reparada por algunos medios pero pende del hilo su suerte judicial) le sumamos algunos saqueos que ya hubo, y manifestaciones claramente anti políticas como las del 13-S y 8-N, obtenemos un panorama complejo que se torna preocupante en tanto la economía no de los frutos que la sociedad espera. Por si todo esto fuera poco, la inflación comienza a preocupar hasta al gobierno que la niega, y que cada vez encuentra menos respaldo en el sindicalismo.
Por suerte, el kirchnerismo ha dado sobradas muestras de saber salir airoso de las peores situaciones, y si ninguna de las condiciones antes aludidas empeora mucho, seguirá «conduciendo el barco» como hasta ahora.
Por otra parte, nadie se imagina a la Presidenta viendo languidecer su poder hasta cederlo normalmente. Seguramente nos volverá a sorprender…