Un tribunal porteño ordenó al Gobierno local que emita la “tarjeta blanca” de habilitación para trabajar un taxi como “autónomo” al concubino de la dueña de la licencia, pese a que la ley sostiene que ese beneficio sólo procede si la pareja está legalmente casada.

El juez en lo Contencioso Administrativo y Tributario porteño Guillermo Scheibler lo hizo en el marco de una acción de amparo que cuestionó la ley que regula el servicio de taxis en la Capital Federal.

Esa legislación contempla como familiares habilitados para obtener la “tarjeta blanca” -que equipara las condiciones de trabajo con las del titular de la licencia- “únicamente a cónyuges, ascendientes y descendientes en línea recta en primer grado y a los hermanos, sin incluir uniones de hecho”.

Pero en este caso, la dueña de la licencia había gestionado esa habilitación para “su pareja, y padre de su hija, para utilizar la tarjeta blanca familiar y poder trabajar con dicho vehículo de manera autónoma”.

Ante la negativa de las autoridades, la mujer “debió inscribirlo como empleado y fingir una relación laboral inexistente, con los consiguientes gastos que ello implica”, lo que significó en los hechos un atajo -por cierto, oneroso- para posibilitar que el hombre pudiera trabajar con el taxi.

“La negativa a extender la tarjeta familiar se traduce en un trato desigual entre quienes optan por diferentes modos de vida familiar, en desmedro de aquellos que eligen compartir un proyecto de vida en el marco de una relación de pareja signada por el afecto de tipo no formal, y por tanto resulta ilegítima y violatoria del derecho de igualdad ante la ley”, resumió el juez.