Realidad inflacionaria y reto de la productividad

Se llegó al límite del reacomodamiento de los salarios a las ventajas competitivas de un dólar alto. Cualquier ajuste futuro comprometerá las posibilidades de mercado... Por Cuarto Intermedio

Se llegó al límite del reacomodamiento de los salarios a las ventajas competitivas de un dólar alto. Cualquier ajuste futuro comprometerá las posibilidades de mercado de las empresas y el nivel de empleo.

  Los datos de la realidad muestran un escenario internacionalmente favorable para nuestra producción primaria y precios de los alimentos mundialmente elevados. Además, el escenario doméstico continúa reflejando un ritmo de crecimiento económico sostenido, con desempleo de un dígito. Ello ha sido consecuencia indudable de que es cierto que creció el Producto Bruto a tasas prácticamente “chinas”, que las exportaciones se duplicaron desde el 2003 a la fecha en su volumen anual, que también mejoraron los términos de intercambio comercial de nuestra producción primaria, así como las reservas internacionales y que la tasa de desempleo cayó a índices inferiores al 10%, de la mano de una significativa reducción de la pobreza y del crecimiento del superávit fiscal y comercial respecto a las “realidades” de la crisis del 2002.En ese contexto, ha habido una correlación entre aumento de la producción manufacturera y del empleo formal y todo ello ha generado expectativas. Algunas buenas y otras no tanto. Las primeras están referidas al aumento de la participación del ingreso asalariado como en el producto total. En efecto, ha habido una evolución altamente favorable que hoy llega a un nivel superior al 43%. Sin embargo, aunque es discutible desde el punto de vista técnico y en estas épocas de cambios tecnológicos profundos, saber si la ecuación tantas veces declamada de “volver a alcanzar el 50%” tiene hoy el mismo asidero, técnicamente hablando, o no. A pesar de ello, la cuestión de la informalidad y la todavía relevante parte de nuestra población que está en niveles de pobreza confirman una “dualidad” que no se resuelve simplemente por la vía de redistribuir el ingreso con incrementos salariales para los trabajadores formales, sino -a nuestro entender- promoviendo políticas públicas que constituyan redes efectivas de inclusión de los “marginales”.Si la política salarial del sector privado y formal se viene decidiendo mayoritariamente a través de las pautas que terminan plasmándose en los convenios colectivos, lo que aparece como evidente es que dichas remuneraciones han recuperado en la práctica los niveles anteriores en dólares a la devaluación del 2002 y -por otro lado- han superado también aún la estimación más “pesimista” en materia de aumento de la inflación.Con ello no queremos decir que el debate está agotado o que las reivindicaciones en la materia son ilegítimas, sino que hay que buscar conciliar las mismas con criterios de productividad -hoy impostergables como parámetro para negociar colectivamente- pese a que hasta ahora no lo han sido en el proceso de recuperación salarial iniciado en el propio año 2002 y también en términos de competitividad en función de las realidades de cada sector.Es decir y para ser muy concretos: las ventajas competitivas de un dólar alto permitieron un reacomodamiento de los salarios del personal convencionado en la actividad privada, pero dicha ecuación ha llegado a un punto en el que si su ajuste futuro no se adapta a productividad y competitividad, terminará afectando las posibilidades de mercado de nuestras empresas y, finalmente -como en experiencias anteriores-, ello repercutirá negativamente en el nivel de empleo.Como advirtiera el Observatorio PyMI de la UIA (Informe Coyuntural 2007-03):”Con la producción creciendo al 2,2% y el empleo al 11,2% en términos interanuales, se evidencia una caída del nivel de productividad de la mano de obra ocupada entre las PyMEs industriales”.En función de ello, estimamos que, de persistir en el camino del reclamo sin contrapartida en términos de productividad, se generarán consecuencias finalmente no deseables para la producción y el empleo.Además de ello debe tenerse en cuenta que, cualquier retracción de la demanda o problemas que afecten o discontinúen la producción, agravaría el contexto antes aludido.Dos reflexiones finales que no pueden obviarse en un análisis de la política salarial: – El primero es que son preocupantes (aún en el plano convencional) las soluciones -hasta ahora- “únicas” o siguiendo una pauta común -cuando hay verdaderas diferencias de partida tanto en el nivel de los salarios y categorías como en el tipo de actividades. En concreto, nos referimos a la producción de bienes transables y no transables, aquellos con o sin alguna forma de subsidio o compensación, o las actividades intensivas en capital y exportadoras vs. intensivas en mano de obra y de mercado interno. – Por otro lado, la cuestión del costo laboral se ve también comprometido por tendencias legislativas y judiciales que en diversos temas como la reforma legal al ius variandi o los tickets, los fallos sobre discriminación, solidaridad por subcontratación y riesgos del trabajo, conversión de rubros no remuneratorios en salario, etc.  y los que incrementan el nivel de las cotizaciones sociales, están afectando no sólo financiera sino también económicamente a las empresas, especialmente las PyMES.