“Para ser peronista hay que ser traidor”

“¿Qué hago mientras (Aníbal) Ibarra esté suspendido por el juicio político?”, interrogó, preocupado, uno de los comensales.“Mirá, Jorge -respondió el interlocutor, sin pensar demasiado-, a... Por Cuarto Intermedio

“¿Qué hago mientras (Aníbal) Ibarra esté suspendido por el juicio político?”, interrogó, preocupado, uno de los comensales.“Mirá, Jorge -respondió el interlocutor, sin pensar demasiado-, a mi manera de entender, un peronista no puede considerarse verdaderamente peronista si no es un poquito traidor…”.

  (Revista Cuarto Intermedio/Número 54/Julio 2008) – Este diálogo se produjo durante una cena en un coqueto restaurante de Puerto Madero entre el 30 de diciembre de 2004, cuando se produjo la tragedia de Cromagnon, en el barrio porteño de Once, y el 8 de marzo de 2006, fecha en que la Legislatura de la ciudad de Buenos Aires destituyó a Ibarra y habilitó así la asunción del hasta entonces vicejefe a cargo, Jorge Telerman, como jefe de gobierno.Por supuesto, quien formuló la pregunta en aquella velada fue Telerman, y quien lo aconsejó fue el protagonista de este perfil, Felipe Solá.Resulta evidente que el compañero de fórmula de Ibarra no actuó sólo por lo que le recomendó el entonces gobernador de la provincia de Buenos Aires. Pero las palabras de FS sirven para desnudar una trayectoria, una conducta intachable de su parte, amén de una concepción personal de la política y el peronismo.Y aún cuando alguien pudiera dudar de la anécdota, el cursus honorum de Solá ayudaría, y mucho, a darle credibilidad.

El preferido de Menem

Su primer cargo importante en política lo consiguió de la mano de Antonio Cafiero, como Ministro de Asuntos Agrarios de la gobernación en 1987. Dos años más tarde, después de la interna en la cual Carlos Menem venció al jefe político de Solá, el riojano lo sumó al frente de la Secretaría de Agricultura.Estuvo en ese puesto durante más de 6 años, en dos etapas: una de 1989 a 1991 -dejó la función para asumir su primera experiencia en la banca de Diputados-, y luego de 1993 a 1998. El 8 de agosto de ese año Felipe se despidió en la tradicional inauguración de la Exposición Rural de Palermo.Conviene repasar la crónica del día siguiente del diario Clarín, “a Solá se le quebró la voz en varias oportunidades, al hacer su discurso de despedida. No se olvidó de elogiar a Menem, a quien consideró el artífice del salto productivo que impactó sobre el agro argentino, que pasó de 33 a 66 millones de toneladas de granos en 9 años, señaló”.“… Menem -continúa el texto-… lo trató de querido compañero y amigo, lo elogió por su lealtad (sic) y le deseó suerte en sus nuevas actividades…”  “Pero además Menem tuvo otro gesto para distinguir a Solá: …Rompiendo con el protocolo, Menem invitó a Solá a que subiera al viejo Cadillac descapotado y se fueron juntos y aplaudidos de la pista central de la Rural”, concluye el matutino.Unos días más tarde, el 26 de agosto, dejaba el cargo molesto: el Presidente lo había reemplazado por el cordobés Gumersindo Alonso y éste lo había desairado. No sería la última desilusión.Felipe estaba convencido de que la proyección nacional de Eduardo Duhalde en el 99, cuando compitió -y perdió- con Fernando De la Rúa, podía permitirle llegar a la jefatura provincial, ayudado por Cafiero. La decepción fue grande cuando se enteró de que iría segundo en la fórmula, detrás de un porteño que mudaba de distrito con encuestas favorables (en esos sondeos bonaerenses, Solá aparecía debajo de Luis Patti).Carlos Ruckauf -de él se trataba- y Solá llegaron a la gobernación en 1999, a pesar de la oleada nacional de la Alianza, gracias al empuje de socios que hoy lo avergonzarían frente a Néstor y Cristina, la UCeDe y el cavallismo. El ascenso de Duhalde le permitió a Ruckauf escapar de la provincia incendiada -ya con patacones incluidos- y asumir en Cancillería. Así, terminó el proyecto presidencial de “Rucucu” y comenzó la verdadera carrera de Solá en enero de 2002.Si bien tuvo que asumir en condiciones indeseables, Felipe logró el apoyo total de Duhalde. Y pensó que, a imagen y semejanza del lomense, lograría primero afianzarse en La Plata y de allí catapultarse a la Presidencia, lo que no había podido conseguir el malogrado Ruckauf.Nunca dudó en mudar de ropaje según la conveniencia del momento. Así como había jurado lealtad a Cafiero y Menem, ahora era el mejor soldado duhaldista.Quizá, él estuvo entre las variantes que manejó Duhalde para dividir al peronismo y evitar que Carlos Menem volviera al poder en las presidenciales de 2003.Pero lo cierto es que el premio se lo llevó Néstor Kirchner (y ni siquiera lo tuvieron presente para la vice que obtuvo Daniel Scioli, su sucesor en la gobernación).Entonces, Solá se hizo kirchnerista. Si bien antes, con el impulso del duhaldismo, se aseguró quedarse como gobernador bonaerense hasta 2007.

Axel Blumberg y Julio López

A fines de marzo de 2004 sufrió un verdadero cimbronazo: la ola de inseguridad en la provincia se cobró una vida que sería emblemática, la de Axel Blumberg. La impericia de Solá y de su amigo, el ministro de Seguridad, Raúl Rivara, derivaron en la caída de la mitad del gabinete, con este último a la cabeza. Felipe sólo atinó a decir que sentía: “vergüenza”.Llegó León Arslanián al gobierno en reemplazo de Rivara: no sólo no se solucionó el problema de robos violentos y secuestros, sino que la gestión de Solá se vio envuelta en varios affaires, entre ellos, el de la compra de un dirigible por u$s180 mil para cuidar desde el cielo a los vecinos.Rivara se recicló después como encargado de Asuntos Agrarios: no le fue mejor a la administración Solá ya que la oposición descubrió que por decreto, en marzo de 2005, y con la rúbrica del gobernador, se le adjudicaba a Rivara SA, de la familia del funcionario, y a otra firma la provisión de 6 millones de kilos de harina para el Plan Más Vida por un monto de casi $8 millones. Eso no impidió que Felipe lo mantuviera en el cargo hasta el final de su gestión el 10 de diciembre pasado.Mientras vencía 2005, el mandatario tuvo que sobrellevar algunas andanadas  por los poderes especiales que se le otorgaron al subsecretario de Ingresos Públicos, Santiago Montoya, para perseguir a morosos y evasores. A este cuadro, le sumó el incremento de 80% promedio del impuesto inmobiliario rural, que cosechó, obviamente, fuertes críticas de los productores agropecuarios.Las finanzas provinciales eran un verdadero desbarajuste que debían pagar los contribuyentes. Lo más grave fue, sin duda, la desaparición de Jorge Julio López, un testigo clave del terrorismo de Estado, el 18 de setiembre de 2006. Solá y su ministro de Seguridad Arslanián no sólo cargan con la responsabilidad de haber desprotegido a López y no haber esclarecido el hecho sino que la crisis obligó al gobernador a admitir que en ese momento “había en funciones unos 60 policías que habían actuado durante la dictadura en centros de detención clandestinos”. A pesar de las innumerables purgas dispuestas por el Ejecutivo de Buenos Aires durante su mandato.Fue un disgusto demasiado grande para los Kirchner que siempre se golpearon el pecho para hablar de su política de derechos humanos. Ya se lo harían pagar a Sola.

El primer converso K

Devenido en fiel escudero K, le dio, ipso facto, la espalda a Duhalde y apoyó a Cristina Fernández senadora en 2005, cuando enfrentó a Chiche, nacida Hilda González. Se jactaba Felipe de haber sido el primero que mudó de bando, como si ese salto en garrocha -como diría Jorge Asís- fuera digno de una medalla olímpica.El premio, creyó, podría llegarle, al fin, en 2007: imaginó que Kirchner lo nominaría para el side car de Cristina. Pero el santacruceño escogió al radical Julio Cobos.Para colmo, debió renunciar a la reelección que intentó mediante una forzada interpretación de la Constitución distrital que desató una lógica polémica. Había contado para ese intento, digno de escarnio, con el supuesto apoyo del piquetero Pérsico, que se reportaba a las altas esferas K, transformado en escudero de Solá (en realidad, la compañía del ex militante montonero era una forma de Felipe de congraciarse con el gobierno nacional y exorcizar su pasado menemista).La caída de Carlos Rovira en las elecciones estatuyentes de Misiones en 2006 precipitó la defección de Solá, tal cual pretendían en el kirchnerismo. Alberto Fernández, según señalan las crónicas de noviembre de ese año, fue el encargado -sentado al lado de Felipe- de confirmar que su vecino de silla había “decidido no reclamarle a la Justicia una definición sobre la norma que permite la reelección en la provincia de Buenos Aires y así se lo transmitió al Presidente”. “Es una decisión que recibimos muy bien”, concluyó el jefe de gabinete ante la incomodidad del aludido. Había caído en desgracia.Solá tenía un premio consuelo en mente, al encabezar la lista de diputados nacional del PJ-Bs. As.: sería titular de la Cámara Baja, se frotó las manos.

El castigo

Se puso al tanto de los Kirchner le iban a hacer pagar su ambición de poder y sobre todo el caso López, cuando se enteró de que el jujeño Eduardo Fellner sería el presidente de Diputados y no él, a contramano de una tradición de la casa: desde 1983 ese cargo lo ejerció siempre un bonaerense.Para compensarlo, y tenerlo a prudente distancia, el gobierno, vía Alberto Fernández, le ofreció ser embajador en París. Pero rechazó la propuesta. Encima, le cooptaron a uno de sus lugartenientes, Florencio Randazzo, hoy ministro del Interior. Solá se quedó muy solo.Tampoco lo incluyeron en la comisión de Agricultura y Ganadería -que preside el kirchnerista cordobés Alberto Cantero-, ni siquiera como vocal raso.Quizá, por eso, algo deprimido, como legislador sólo sumó su nombre a media docena de proyectos según la página de internet de Diputados (salvo que existan más y el aislamiento de Solá incluya a los webmasters). Y apenas 2 de ellos parecen de su autoría: la ley de prevención de la violencia en espectáculos deportivos y la declaración de beneplácito por la celebración de los 50 años del Conicet.Sólo el conflicto con el campo le permitió salir del ostracismo y tener micrófono. Por supuesto, aprovechó para tomarse una dosis homeopática de revancha del oficialismo que lo raleó. Aunque sin dinamitar por completo los puentes, ya que repartió culpas hacia la Casa Rosada y los productores agropecuarios: “confunden dureza con brutalidad para negociar”, surtió a dos bandas. “Con esta idea de que ahora vamos por los intendentes, por los legisladores, etc., tratando de meter miedo, primero nos toman por cagones, pero no lo somos. Segundo, es una compadrada que un dirigente no debe admitir”, avanzó versus los ruralistas el 5 de junio, durante una entrevista en C5N, en un sugestivo viraje desde las críticas iniciales al PEN.“Yo puedo decir (Guillermo) Moreno es un choto, el problema no es que asuste, porque no creo que Moreno asuste a nadie, el problema es que es ineficiente”, se había envalentonado en TN el lunes 19 de mayo.Para ser un buen peronista, diría Felipe, hay que ser un poco traidor… Y bastante caradura, en este caso.