El país del todo vale

Cada vez más, da la sensación de que en Argentina todo vale. Como escribí en un artículo hace algunas semanas, parece que la ley es... Por Cuarto Intermedio

Cada vez más, da la sensación de que en Argentina todo vale. Como escribí en un artículo hace algunas semanas, parece que la ley es la excepción, y la excepción es la ley.

(Cuarto Intermedio  – 28 de diciembre de 2009) – Quizá, en la última semana del año, sea un buen momento para realizar un reflexión sobre esto; pero no desde la queja y la frustración, sino con un sentido autocrítico que nos permita avizorar el futuro con optimismo.

Hoy vemos que la Argentina tiene una aversión a la ley muy fuerte. Podría decirse que el sentimiento de “total no pasa nada” es compartido por mucha gente, cuanto se trata de transgredir una norma. ¿Pasa algo cuando un grupo de activistas sociales ocupa la avenida 9 de julio por más de un día? ¿Pasa algo si pasamos un semáforo en rojo? No, no pasa nada. El “corte” (no la interrupción de una vía de comunicación, delito contemplado en la Constitución Nacional) se levanta gracias al voto de una “asamblea”, y sólo allí se libera el paso al tránsito en la citada vía. A veces hasta resulta irónico, que esto último se de en la avenida cuyo nombre refiere a la independencia de nuestra nación. A veces la libertad no pertenece a todos. ¿La ley? Bien, gracias.

Debemos pensar que este tipo de actitudes, desde lo individual hasta lo colectivo, tiene una impronta histórica fuerte. A modo de simple ejemplo, el Viejo Vizcacha, personaje del Martín Fierro, desliza un pensamiento en donde la política se encuentra despojada de toda ética, de toda raíz moral y de toda dignidad. Le dice, al gaucho Fierro, que debe mantener una relación de obsecuencia con el poderoso. Asegura que lo que importa es el provecho propio, y desalienta la denuncia auspiciando la complicidad: “el que gana su comida / bueno es que en silencio coma”. A pesar de todo esto, seguimos celebrando el día de la tradición cada 10 de noviembre, conmemorando el natalicio de José Hernández, autor del Martín Fierro. No es que pretenda modificar esta fecha, pero, cuanto menos, plantear el debate y pensarlo en conjunto. Después nos preguntamos por qué pasamos semáforos en rojo…

Nuestra Nación nació a partir de subvertir el orden establecido. Primero frente al Virrey, dado que la fidelidad al mismo carecía de sentido por estar Fernando VII despojado de su trono por Napoleón. Seis años más tarde vino la independencia de España. Lo interesante es que supimos organizar una parte del desorden, y la Argentina se transformó en una nación próspera, con muchísimos desafíos por delante, pero próspera al fin. Sin embargo, el tiempo pasó y las cosas cambiaron. Con muchos vaivenes, parecería que hoy no hemos aprendido de nuestra historia, y encarado, por tanto, un rumbo con algunas premisas básicas (lucha contra la pobreza, excelencia en educación, buena administración de justicia, servicios de salud de alta calidad y firmeza y rigor contra el delito y la inseguridad) compartidas por todos (oficialismo, oposición, sindicalismo, empresarios, trabajadores, etc.).

Parafraseando a la respetadísima actriz Norma Aleandro, somos infantes democráticos. No le prestamos mucha atención a la civilidad, a nuestros derechos, a nuestras obligaciones. En el país del todo vale casi nadie le tiene miedo al peso de la ley, al punto en que no se respetan las disposiciones de los magistrados (por ejemplo en la demora en restituir al procurador de Santa Cruz, ordenado por la Corte Suprema de Justicia). Carmen Argibay, ministro del citado tribunal, declaró que con esta forma de actuar “se está volviendo a la ley de la selva”. Y después nos quejamos de la contaminación del Riachuelo, pero no dejamos de tirar papeles al piso o continuamos desperdiciando agua potable para limpiar una vereda.

Ciertamente la educación es el camino. Con ciudadanos educados e ilustrados en valores y en el respeto mutuo, la comprensión de la ley y básicamente el entendimiento de que es más ventajoso no transgredir las normas que transgredirlas, mejorar la calidad de vida de la gente es posible. Y nosotros, como ciudadanos que habitan este maravilloso país, podemos comenzar con el cambio.

Respetemos la ley. Aceptemos el disenso. Cumplamos con nuestras obligaciones. Dejemos atrás el todo vale. Imaginemos un futuro mejor, y trabajemos para lograrlo. Después de todo, el esfuerzo es el mismo, con la diferencia de que vivir en la Argentina que nos legaron nuestros abuelos, pero con más inclusión y más oportunidades para todos, es posible.