Pelea de titanes

El cuarto piso del Palacio de Tribunales parece un hervidero. Ocurre que un “inoportuno” tema propio de la Corte Suprema amenaza con convertirse en el... Por Cuarto Intermedio

El cuarto piso del Palacio de Tribunales parece un hervidero. Ocurre que un “inoportuno” tema propio de la Corte Suprema amenaza con convertirse en el chispazo que encienda, acaso indefectiblemente, una filípica cruzada con el gobierno.

(Cuarto Intermedio – 11 de febrero de 2010)- Ocurre que el por ahora ex procurador general de la provincia de Santa Cruz Eduardo Sosa, desplazado del cargo cuando Néstor Kirchner era gobernador del territorio patagónico, consiguió dos veces fallos favorables que ordenaban reponerlo en el cargo.

En ambas oportunidades, la Corte intimó y emplazó al gobierno santacruceño a que restituyera a Sosa a su cargo, y desdeñó ofertas variadas, desde dinero por indemnización hasta nuevos cargos, incluso después de la jubilación a la que -con tanto tiempo que ha pasado- ya accedió.

Hace 15 años que Sosa reclama Justicia. De hecho la obtuvo en la máxima instancia, pero pese a tener la razón… “marche preso”.

El jueves, el abogado de Sosa,  Daniel Sabsay, insistió ante la Corte con el incumplimiento de sus propias sentencias. Y la Corte decidió que tiene razón. El tema es qué hacer ante esa “razón”.

He allí el epicentro del conflicto: en la Corte se multiplican las voces que insisten en denunciar al gobierno de Santa Cruz ante los tribunales federales que funcionan en la provincia por incumplimiento de una orden judicial. Pero los más radicalizados sostienen que eso será inútil, porque consideran que la provincia patagónica es casi un feudo en el que la denuncia no prosperaría, por lo menos en el corto plazo.

Algunas voces en la Corte se inclinan por aplicar sanciones económicas y alguien deslizó por allí que “si fue Néstor Kirchner el que lo desplazó cuando era gobernador, es Néstor Kirchner el que debe responder por el incumplimiento, aunque ya no lo sea, porque las actuales autoridades son de su mismo signo político”.

Esta última alternativa no prosperará. Pero no sería extraño que la Corte se constituyera, como pocas veces en su historia, en denunciante (¿por qué no querellante?) en una causa por desobediencia de uno de sus fallos.