Transitados más de 11 años de administración “K”, la necesidad de sancionar una “Ley de abastecimiento” es la muestra más palpable del fracaso en garantizar el normal suministro de bienes y servicios al conjunto de la población.
Una “Ley de abastecimiento” sólo se justifica en el marco de una confrontación política en la que el Poder Económico busca derrocar al Poder Político legítimamente constituido. En ese caso la manipulación de los mercados buscando el desgaste de un gobierno, habilita el derecho a la defensa de ese gobierno. No es el caso de Argentina.
Los abusos en los precios por parte de sectores cartelizados, monopólicos y oligopólicos, se contrarresta habilitando mayor competencia. El fomento de las cooperativas en las áreas que se pretenda promover, será bienvenida por parte de la población. También, el Estado automáticamente se puede transformar en un actor cuando la emergencia así lo exija. Para lo cual no necesita “ley de emergencia” alguna.
En los casos de monopolios naturales y esenciales, como el suministro de agua potable, es dable que el Estado se haga cargo. Aysa es una muestra. Sin embargo, digamos que, en los últimos 4 meses, subió la tarifa en más de un 160%. No resulta el mejor ejemplo para el gobierno de CFK.
Por otra parte, se debería evitar que la pequeña y mediana empresa quede desguarnecida ante la embestida de los funcionarios de turno. Por el contrario, se debería darle aire al apoyo de los pequeños comerciantes en detrimento de los inspectores de turno.
Si el déficit fiscal es alto y la emisión monetaria escala por el ascensor -políticas que el oficialismo considera convenientes para mantener el consumo y la tasa de actividad-, lo que no puede evitar en el mediano plazo -que es este presente- es que la inflación se acelere y la actividad económica pierda empuje. Las consecuencias están a la vista: inflación, recesión, pérdida de empleo, caída de la inversión, etc.
Que quede claro: los conflictos que desatará la sanción de la “Ley de abastecimiento” podrán distraernos por unos días de los problemas de fondo del presente económico; lo que no logrará es resolverlos.
No se trata de alimentar el desánimo. Se trata de señalar que cuando no se reconocen los errores propios y se elige un ardid para tapar los problemas, el único resultado es el fracaso.
*Secretario Gral. Nac. PSA en UNEN