En los días previos a que la reñida elección norteamericana ungiera finalmente a su ganador durante el mes de noviembre del 2016, la Argentina recogió el guante -al igual que otras naciones- y apostó por su candidato ideal en pos de las futuras relaciones entre las casas Blanca y Rosada.
“Todos los signos en este momento son que sería Hillary Clinton la que gana, lo cual me parece que desde el punto de la Argentina es la posibilidad más cómoda para mantener esta relación”, había expresado la canciller Susana Malcorra en claro apoyo a la figura de la candidata demócrata, quien además aventuró que podría haber un “parate” en la relación con los Estados Unidos en el caso que ganara Trump, dado que tenía planteos muy diferentes.
Por su parte Macri, un tanto menos explícito, tal vez, se mostró en sintonía con los dichos de su funcionaria tras enfatizar las sólidas conversaciones que se habían alcanzado con la gestión de Barack Obama.
Sin embargo y contra muchos de los pronósticos, terminó resultando elegido el magnate republicano para conducir los destinos de los Estados Unidos y, en ese marco, Malcorra le dedicó unas palabras a la derrotada.
“Felicitaciones @HillaryClinton por la gran elección. Una pena no ver una mujer tan capaz elegida para esa importante responsabilidad”, publicó la canciller el día nueve de noviembre del año pasado en su cuenta personal de Twitter, quien previamente había expresado un formal saludo a Trump por la victoria.
A la vista de esos acontecimientos, resultaba inminente un cambio brusco de timón si la intención era continuar estando en la consideración -por lo menos mínima- del país del norte. Y así fue, luego de que Malcorra asegurara que había apoyado a Hillary Clinton por una cuestión de género. “La Argentina expresó su posición favorable respecto de una visión del mundo. Yo nunca dije: ‘Quiero que gane Hillary Clinton’”, aclaró.
Ahora bien y a la vista de que la Argentina había hecho pública su empatía por Hillary, ¿cuál sería entonces el incipiente motivo por el cual Trump, a poco más de cien días de gestión, decidiera recibir a Macri en la Casa Blanca? Más allá de las expresiones cordiales y de la amistad que buscan retomar tras 25 años -según los protagonistas-, el propio Presidente norteamericano dijo en el Salón Oval que mientras su par le iba a hablar de limones, él iba a hacer lo propio sobre Corea del Norte. Amén que lo haya hecho entre risas, el hecho es que lo dijo; y las agendas de ambas naciones, a las claras, parecerían estar a las antípodas en ese sentido.
Mientras la mayoría de los medios de comunicación locales hacen hincapié en la euforia y el optimismo desatado por el encuentro entre ambos mandatarios, hasta el momento no se vislumbró ninguna línea que, por lo menos, se preguntara cómo el líder de la principal potencia y que en lo personal, con una capacidad probada a la hora de hacer negocios, haya posado sus ojos sobre una Argentina que a pesar de mostrar señales de integración a nivel mundial, aún no logra dejar atrás sus problemas económicos, financieros y sociales puertas adentro.
¿Qué buscará Trump? ¿Tendrá intenciones de incrementar su influencia, vía la Argentina, en la región?; ¿Su país “apadrinará” algún mega proyecto en materia de energía?; ¿O acaso simplemente sólo busca darle una ayuda a su antiguo amigo? Cualquiera de estas teorías, entre otras, podrían ser válidas (o bien ninguna).
Lo cierto es que Macri retornó al país con la promesa del reingreso de los limones a los Estados Unidos, la desclasificación de documentos secretos de la dictadura, el ingreso al Programa Global Entry de Pasajeros Confiables, y definiciones por inversiones en materia de energía (biodiesel y Vaca Muerta).
¿Qué tendrá a cambio -o habrá ofrecido- el mandatario nacional para retribuir la atención de Trump? Se trata, desde ya, de un interrogante que genera aún muchísimos más…