Pasadas las 23.30 horas y con la certeza de que a esas alturas de la noche ya sería imposible de que algunos de los 17 distritos del país que hasta ese entonces le habían dado las espaldas en las urnas revirtieran el resultado mientras se terminaba con el escrutinio, el Presidente Alberto Fernández y su vice, Cristina Fernández de Kirchner, se asomaron al escenario del bunker oficialista con el resto de la coalición gobernante para reconocer que “algo habían hecho mal”.
“Escuchamos el veredicto con mucho respeto; hubo errores que hemos cometido y que no debemos cometer. Hay una demanda y a partir de mañana vamos a prestarle atención y resolver el problema que la gente nos plantea. La campaña acaba de empezar y en noviembre hay que ganarla”, expresó el Jefe de Estado, que llamativamente fue el único que hizo uso de la palabra teniendo a cada uno de sus lados a la ex mandataria y al gobernador bonaerense -Axel Kicillof- ,quienes no suelen contener su verborragia cada vez que comparten acto con la militancia.
Pero más allá de los egos personales y de quién cargará con esta contundente derrota para el oficialismo, lo cierto es que el Frente de Todos contará con apenas dos meses para pergeñar su mensaje a la ciudadanía dado que pasada la “gran encuesta electoral”, tal como describió Alberto Fernández a las PASO, en noviembre se terminará de definir el hemiciclo parlamentario que acompañará al Presidente en sus próximos dos años de mandato.
Y es que tanto en la Cámara de Diputados como en la de Senadores, el panorama para el Frente de Todos, hoy, no asoma para nada fácil: en el primer caso, la oposición sumaría más “soldados” para hacerle sombra al oficialismo y sus aliados, mientras que en el segundo serían seis la bancas que estaría perdiendo, llevándose de esta manera con ellas el quórum propio.
En las provincias -sobre todo en Buenos Aires- también se deberá prestar mayor atención, ya que más allá de aquellas en las que se descontaba el acompañamiento a los oficialismos locales (como Formosa, por ejemplo), hay otras que sin embargo recibieron un llamando de atención (Santa Cruz, Chubut, La Pampa, entre muchas otras) que de sostenerse estos resultados llegado el mes de noviembre podrían repercutir en las nuevas composiciones de sus Legislaturas.
Por tanto es un hecho que el Presidente, quien en definitiva fue el que cargó públicamente con la “mochila” de la derrota electoral, será el que comience a delinear desde Casa Rosada, junto con sus ministros afines y ya no tan “pegado” a su vice, una batería de medidas -sobre todo económicas y de tipo asistencial- tendientes a apuntalar el resultado adverso.
Sin embargo hay otra cuestión que, puertas adentro, inquieta aún más en el Gobierno, y es el “factor ausentes”. Es decir, pese a que en las primarias se hizo presente una buena parte del padrón en el actual contexto de pandemia, se estima que el grueso de los que no lo hicieron para emitir sus votos no precisamente hayan sido los afines al Gobierno, sino todo lo contrario. Por tal motivo, entonces, existe cierto temor de que en noviembre sí se hagan presentes pero para votar en contra del oficialismo, tal como suele suceder en las legislativas donde se registra un importante “voto castigo” contra las administraciones actuales, ya sea por los problemas económicos o de inseguridad, entre otros.
Por otro lado está la oposición, que encabezada por Juntos, deberá capitalizar esta victoria procurando mantener alienadas y en forma sus alianzas por lo próximos dos meses puesto que, en definitiva, fueron las que contribuyeron a abultar la diferencia obtenida.
En tal sentido, desde los distintos espacios procurarán trabajar para sostener la “paz” entre sus principales figuras con el objetivo de mantenerlas unidas de cara al 14 de noviembre próximo.